Joe Biden se empeñó en dirigirse a la nación a los 100 días de mandato, en su primer año de legislatura, algo nunca visto. Tras sus sonoros fracasos iniciales, sobre todo en paz interior y en política internacional (Pekín, Moscú, Teherán), así como inmigración, necesitaba escenificar el mandamiento de John Kennedy: “Cuanto peor lo hago más me aplauden”.

Así que se plantó ante la Cámara de Representantes y se volvió hacia las dos pavas que aplaudían emocionadas: una tal Kamala Harris y una cual Nancy Pelosi, orgullosas de haberse conocido, y como un Pedro Sánchez cuando enseña a sus cuatro vicepresidentas, Biden enseñó a un presidente que hablaba ante dos mujeres… por primera vez en la historia.

Abortista, feminista, ecologista, cientifista, mundialista y ahora, apóstol de “lo público”. Joe Biden se revuelve contra la propiedad privada mientras asegura que “América avanza de nuevo”

Muy cierto: se trataba de un varón que muestra a sus dos subordinadas, igualito que Pedro Sánchez con Carmen, Nadia, Yolanda y Teresa… pero sin ninguna intención de cederles el puesto, a pesar de su radiante feminismo.

Y como buen progresista, Biden se aferró a las frases hechas: “América avanza de nuevo”, “América ha vuelto” y voy a obligar a los ricos a que paguen más impuestos. Recuerden: ninguna reforma fiscal de calado se ha hecho jamás cobrando más a los ricos sino exprimiendo a las clases medias. Los ricos son muy pocos como para arreglar las cuentas de un país. Y si son muchos es que ese país no necesita arreglar sus cuentas.

Todo ello sin dejar de ser católico… para fastidiar. ¡Que viva la incoherencia!

Biden se mostró abortista, feminista, ecologista, cientifista, mundialista y ahora, apóstol de “lo público”. Es decir, que se revuelve contra la propiedad privada por lo antedicho: las reformas fiscales contra los ricos siempre son reformas contra la clase media. En este caso contra la clase media más importante del mundo: la de Estados Unidos.

Asegura Biden que “América avanza de nuevo” cuando se ha ubicado justo donde le quiere la tiranía comunista de Pekín, convertida ya en la primera potencia mundial. Se ha situado en un quiero y no puedo, nostálgico de la Guerra Fría contra Putin, sin darse cuenta de que esa época terminó hace ya 40 años, lo que hace sospechar que Biden vive… 40 años atrás.

Todo ello sin dejar de ser católico… para fastidiar. ¡Que viva la incoherencia! Y recuerden que el martirio de nuestro siglo, lo que realmente nos puede hacer peligrar como civilización, será la coherencia. Muerta la coherencia de vida, muerta también la razón.

El presidente norteamericano se ha ubicado justo donde le quiere la tiranía comunista de Pekín, convertida ya en la primera potencia mundial

La era Trump se contempla ahora como los cuatro años que detuvieron la agonía. Pero la agonía ha vuelto. Con Biden, Estados Unidos se suicida de nuevo, como le ocurrió tras su derrota en Vietnam, avergonzado de sí mismo e intentando imitar la decadencia de una Europa creada por el cristianismo y que ahora ha dejado de ser cristiana, engolosinada como está con una serie de disparates que no son sino ideas cristianas que se han vuelto locas.

El sueño americano ha muerto y, con su funeral, Joe Biden se convierte en el títere del Nuevo Orden Mundial (NOM). Cuando deje de servirles dejarán caer a este viejecito tan ambicioso como ingenuo.

La era Trump se contempla ahora como cuatro años que detuvieron la agonía. Estados Unidos se suicida de nuevo, como  le ocurrió tras su derrota en Vietnam

Porque el sueño americano consiste en dos cosas: la igualdad de oportunidades de cualquiera para medrar sin limosnas públicas, con su propio esfuerzo y sin quejarse y, la libertad irrenunciable de decir lo que se piensa sin por ello ser catalogado.

Joe Biden recuerda aquella anécdota de Antonio Cánovas del Castillo, cuando una duquesa, que no le tenía simpatía, le saludó por la calle de esta guisa:

-Adiós, viejo chocho.

A lo que el insigne estadista, visiblemente cabreado, respondió:

-Adiós… viceversa.