Comienza el juicio contra los cómplices de los asesinos de los redactores y dibujantes del semanario satírico francés Charlie Hebdo. Un asesinato realizado por dos fanáticos musulmanes tras publicar unas viñetas (no eran las primeras) no especialmente burlescas sobre Mahoma (las ha habido peores en las páginas de CH, también contra Cristo, naturalmente). Ahora esas viñetas se han reproducido en portada.

Y entonces va al presidente francés, Emmanuel Macron, y habla, porque el problema de Macron es que no sabe callar. Sí, no es la primera vez que Emmanuel ‘Lolito’ Macron insiste en que Francia existe la ‘libertad de blasfemia’.

¿Tan difícil resulta entender que a un cristiano le ofenda que insulten a su Dios?

Pues mire, no, monsieur le président. Una cosa es que no deba uno liarse a tiros con el blasfemo y otra que blasfemar sea un derecho… porque no lo es. Como no lo es la injuria, ni la calumnia, ni la difamación. Todas ellas condenadas y tipificadas en el Código Penal, por no hablar de los delitos de odio: ¿insultar a Cristo no es odiar al cristiano?

Y ya que hablamos de sentimientos: ¿alguien puede extrañarse de que un cristiano, que sabe que Cristo es Dios, sufra cuando escucha una ofensa a su Dios? Si yo insulto a la señora madre de Macron en su cara: ¿defendería él mi libertad de insultar o me haría detener? ¿O es que se considera más que Jesucristo?

Un empresario español le dijo a la entonces ministra Ségolène Royal: “Yo no soy Charlie Hebdo”

Pero lo políticamente correcto siempre arrasa. Y esto me recuerda la anécdota ocurrida cuando surgió el grito de “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie). Nuestro empresario, que había acudido a París a negociar con el Gobierno galo, le espetó la entonces ministra Ségolène Royal: “Je ne suis pas Charlie” (Yo no soy Charlie). El español, católico, quiso dejar claro que, aunque abominaba del asesinato, no le parecía bien que la libertad de prensa incluyera la ofensa a un credo que siguen 1.000 millones de personas.

Emmanuel ‘Lolito’ Macron ha vuelto a perder otra oportunidad de callarse.