• Sigue habiendo serios interrogantes sobre la salida a bolsa de la compañía.
  • De hecho, Vargas quería marcharse porque ahora comienza el juicio político por la OPV.
  • Y el ministro De la Serna también quería perderle de vista. Pero no quería que se fuera. Quería cesarle él.
Mucho se ha escrito sobre la salida de José Manuel Vargas (en la imagen) de Aena. Y visto lo visto, parece probado que su dimisión se debe a la negativa del Gobierno a privatizar la compañía, esto es, a rebajar la participación del Estado (51%) por debajo del 50%. Nada más lejos de la realidad. Vargas no se ha ido por lo no privatizado sino por lo privatizado. Estamos hablando de la salida a bolsa, el 11 de febrero de 2015. El caso es que, dos años y medio después, sigue habiendo serios interrogantes sobre esa operación. Para empezar, ¿por qué se privatizó parte de la compañía? ¿Qué necesidad había para hacerlo? En cualquier caso, lo más sorprendente -y sospechoso- fue la valoración inicial de la compañía -octubre de 2014- fijada en 4.500 millones de euros, según su presidente. Pero se montó tanto revuelo que, en el curso de la OPV, la valoración casi se duplicó, hasta los 8.700 millones. Al final, Aena debutó en bolsa en el rango más alto de su valoración. Un éxito, según muchos analistas. Pero no fue así, porque el primer día de cotización, las acciones se revalorizaron un 20% y la empresa pasó a valer 10.500 millones de euros. Y no, no fue un éxito porque significó que, a pesar de subir la valoración de 4.500 a 8.700, se demostró que el Estado había malvendido Aena. Ese es el quid de la cuestión y Vargas lo sabe. De hecho, él quería marcharse para evitar el juicio político de la OPV que va a comenzar en las próximas semanas. Una salida que la exministra de Fomento, Ana Pastor, nunca le autorizó: tú no te vas a ninguna parte, no vaya a ser que se complique lo de la OPV. Ahora, con Pastor fuera de Fomento, lo ha podido hacer. Por cierto, el ministro actual, Íñigo de la Serna, el 'guapo', también quería que se fuera. Pero no quería que dimitiera. Lo quería cesar él, no por nada, sino porque le hizo quedar mal con el follón del aeropuerto de El Prat y con la Opa sobre Abertis, que al final paró en seco el ministro Montoro. Pablo Ferrer pablo@hispanidad.com