Ante el 28-A, los obispos españoles, reunidos ahora en Asamblea plenaria, no pueden callar, porque es mucho lo que está en juego. 

Cuatro partidos (y un quinto, Vox, que aunque defiende la vida tampoco habla claro) han consensuado abortismo, ataque directo a la familia y la agonía de la educación católica, mientras la izquierda (PSOE) y la derecha masónica (Ciudadanos) preparan una nueva desamortización eclesiástica y alientan, o silencian, una campaña de profanaciones contra la Eucaristía como no se vivía desde la II República.


En ese contexto, no se puede acudir con mangueras a las inundaciones y con barcazas a los incendios. No se puede hablar de la apertura al inmigrante ni de pederastia, sin duda cuestiones importantes, pero que no dejan de suponer una maniobra de distracción del enemigo. Lo urgente ahora son otras cosas.
Y callar en este momento, monseñores, es lo contrario de evangelizar.