Sr. Director:
Si en algo se ha caracterizado el año que finalizamos ha sido por la fuerte polarización que ha inducido la deriva económica de la crisis que venimos soportando, hasta el extremo de doblegar y sumir en la zozobra, la confusión y el desconcierto las voluntades y aptitudes que otrora nos sirvieron para superar todo tipo de obstáculos en el pasado.

Sin embargo, el discurso de Navidad del Rey, con gran tino, se ha apresurado en recordarnos a escape que no todo es economía. De hecho, remontándose en su alocución a la perspectiva de tiempos pasados de grandes dificultades también superadas, y aún admitiendo por delante la especial dificultad de este trance desconocido por su singular virulencia y duración, el monarca ha querido llamarnos especialmente al rearme entusiasta y abnegado contra esta adversidad.

El monarca, en definitiva, no ha soslayado señalar expresamente la enorme dificultad de la prueba, para reconvenirnos acto seguido sobre la necesidad de  comprometer en el lance lo mejor de nosotros mismos. Acaso el monarca ha querido llamar la atención sobre la necesidad de regenerar aptitudes y valores colectivos que otrora sirvieron para urdir el coraje para superar también grandes obstáculos.

En este contexto, la especial reconvención a los partidos políticos en la misma alocución no solo señala la inoportunidad de sus controversias y  derivas sino que les urge a recomponer con abnegación sus aptitudes, lo que sin duda sería extensivo por igual al resto de colectivos e instituciones del Estado con desempeños de funciones principales, y ello en la seguridad de que medirnos a tamaña adversidad nos hará más fuertes.

En este sentido, el trasunto de este mensaje navideño bien pudiera resumirse en la imperiosa necesidad de más España, en referencia a aquel concierto de recias voluntades y aptitudes colectivas que nos llevó a ser admirados por nuestros convecinos y en el mundo entero. Ser español es simple y nada menos que una categoría que ahora urge recuperar.

Javier Pereda Pereda