• Es una de la prácticas preferidas por el dictador Kim Jong-un para frenar cualquier disidencia.
  • Otra opción es acabar en una granja de reeducación, como le ha pasado a otros dos altos cargos.
  • En todos los casos, la acusación es siempre la misma: ser una contrarrevolucionario.
Todo lo que mueve en Corea del Norte es objeto de sospechas. Por eso se define a ese régimen comunista como el más hermético del mundo. Y a eso se añaden las tonterías del máximo líder, Kim Jong-un (en la imagen), convertido en objeto de veneración popular como los emperadores de romanos. Tan pronto anima a los ciudadanos a que coman carne de perro -la hambruna es una de las tragedias de ese país- como acaba cualquiera de sus dirigentes ante un pelotón de fusilamiento. En ese último final, valga la redundancia semántica, acabó en julio el viceprimer ministro y ministro de Sanidad, Kim Yong-jin, considerado un "contrarrevolucionario". La otra opción preferida por Kim Jong-un es el envío a un campo o granja de reeducación. Así han terminado también dos altos cargos del régimen: el director del departamento encargado de las relaciones con Corea del Sur, el anciano Kim Jong-chol (71 años) y el primer subdirector del Comité Central del único partido. La información de estas barbaridades procede de Corea del Sur, en concreto del portavoz del Ministerio de Unificación. En el caso del ministro, la fricción empezó por su "actitud negativa cuando asistió a una importante reunión parlamentaria a finales de junio", ha señalado ese portavoz a Efe. El último acto en el que participó -el 15 de junio, antes de ser juzgado y sentenciado a muerte- fue en el aniversario de la federación de taekwondo. Miriam Prat miriam@hispanidad.com