El deficitario parque de viviendas con escaso nivel de aislamiento térmico, no solo hace insufrible los efectos de las olas de calor en verano sino que plantea la urgencia de un plan de choque nacional. A la falta de unos 2 millones de viviendas nuevas para atender la creciente demanda habitacional hay que unir que el 80% del parque actual de viviendas según algunas fuentes son de las más antiguas de Europa por no reunir suficiente aislamiento térmico y acústico. A esto hay que añadir que casi nueve millones de viviendas en España, de acuerdo a Provivienda, presentan problemas de conservación y aislamiento.

La llegada del verano en general y las olas de calor tropical extremo en particular en buena parte del territorio español hacen de muchos de estos hogares unos auténticos hornos de cocción, padeciendo además la desgracia de encabezar la segunda tasa de muertes atribuidas al calor más elevada de Europa.

España no puede renegar de detentar la obsolescencia del parque de viviendas y una alarmante falta de aislamiento térmico. La mayoría de nuestros edificios antiguos fueron levantados sin considerar los desafíos climáticos actuales. Más de la mitad de las viviendas en España fueron construidas antes de 1980, es decir, antes de la entrada en vigor del Código Técnico de la Edificación (CTE) que establece unos mínimos de eficiencia energética y aislamiento integral. 

Lamentablemente las paredes finas, ventanas ineficientes y tejados sin apenas aislamiento siguen siendo lamentablemente un estándar en la actualidad, permitiendo que el calor penetre sin piedad durante el día y se irradie durante la noche, hasta el punto que impide el descanso y pone en riesgo la salud de las personas. Además del malestar general también provoca el disparo del consumo energético con aires acondicionados y otros aparatos de refrigeración, contribuyendo al gasto de los hogares y a la emisión de gases de efecto invernadero.

El Gobierno está llamado a emprender una política encaminada a incentivar tanto la construcción pasiva de viviendas nuevas con los estándares térmicos requeridos en Europa así como la rehabilitación del parque antiguo.

Para cumplir con los objetivos europeos de eficiencia energética y descarbonización, se estima que la inversión necesaria en la rehabilitación del parque de edificios en España rondaría los 46.000 millones de euros hasta el 2030. Se calcula que 1,2 millones de inmuebles deberían rehabilitarse antes de 2030 y 7 millones antes de 2050 para conseguir una mayor eficiencia energética y térmica.

Entre las medidas prácticas que España precisaría para alentar la rehabilitación privada son las que aplican en otros países vecinos como: deducciones fiscales en el IRPF, subvenciones, exenciones en impuestos municipales, drástica simplificación de las licencias y permisos burocráticos, ayudas directas destinadas a aislar los hogares y/o créditos blandos para abordar este plan de mejora residencial con cargo a los fondos europeos Next Generation con prioridad absoluta sobre las familias más vulnerables. 

Este paquete no solo aliviaría el sufrimiento de las familias de clases más modestas, reduciría los niveles de CO2 y recortaría el gasto eléctrico sino que también alentaría el empleo en el sector de la construcción y la rehabilitación, al tiempo que nos acercarían a los objetivos de descarbonización y rebaja del consumo energético a los que se ha comprometido España con la UE.

Fuentes del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible indican que la rehabilitación térmica en las bolsas de viviendas deficitarias podría generar entre hasta 85.000 nuevos puestos de trabajo en 2030. Otros estudios multidisciplinares (CCOO, UPM e ISTAS) elevan ese listón a los 100.000 empleos nuevos, con el impacto consiguiente en la mano de obra indirecta e inducida. 

Como el argumento racional y técnico no siempre cala entre las filas políticas, hay que recordar que el aumento de la temperatura interior de las viviendas hasta escalas insoportables en verano y de frío en invierno, no solo es una cuestión de confort, sino de salud pública y equidad social. Las olas de calor extremo ya no son un fenómeno ocasional sino que se han generalizado poniendo en riesgo la vida de las personas y el bienestar de millones de españoles.

España acumula ya más de 23.800 muertes atribuibles a olas de calor desde el año 2015, según datos del Instituto de Salud Carlos III. Otros pronósticos apuntan a que los fallecimientos por calor podrían multiplicarse por cinco para el año 2100, alcanzando las 20.000 muertes anuales.

El plan de viviendas que prepara tanto el gobierno de la Estado como de las CCAA debería contemplar por todo ello el confort térmico no como un lujo sino como un derecho fundamental tanto desde el punto de vista social, salubridad y protección de la vida en el país. Hay que tener en cuenta que un 86% del total de los hogares españoles no ha realizado mejoras en el aislamiento térmico de sus viviendas de propiedad en los últimos cinco años, agravando el problema sobre los pisos de alquiler.

En algún momento habrá que renunciar a esa actitud tan anclada hasta hace poco en uno de los salones feriales más importante del sector en Europa como es Construmat, que se celebra en Barcelona donde el pensamiento reinante era que a pesar de las innovaciones tecnológicas presentadas edición a edición, en España se construía de forma clásica durante muchos años. 

La desidia habitacional que sufre España y la falta de inversiones públicas para el sector rememoran la lamentable herencia del socialismo con el parque de viviendas sociales en la extinta Europa del Este. Si allí su población sufrían por las extremas temperaturas en invierno en sus clásicos bloques de edificios prefabricados, conocidos como "Panelák" en Checoslovaquia o "Plattenbau" en Alemania Oriental, aquí lo hacemos con las olas de calor en nuestras modestas construcciones de menos plantas.

Más del 50% de las viviendas construidas durante la era comunista requerirían en aquella zona una intervención importante tras la caída del Muro de Berlín y algunas hasta una rehabilitación completa para seguir en pie. A diferencia  del antiguo sistema del Este europeo sin apenas problemas de falta de vivienda, en la España socialista actual nuestro parque residencial padece un triple déficit: de oferta crónica, de rehabilitación en viviendas antiguas así como de aislamiento térmico-acústico y de derroche energético por no hablar de las barreras a la  accesibilidad. 

Todo ello porque casi nunca se han priorizado las políticas de viviendas, hasta el extremo de ocasionar tantas muertes al año por los efectos de las olas de calor o dejar a miles de familias jóvenes sin perspectiva habitacional.