Son dos noticias muy relacionadas con la segunda mayor estupidez del Nuevo Orden Mundial: el calentamiento global, su mayor necedad y su mayor aberración… después de lo del derecho al aborto. En la primera tenemos a nuestro genio global, el que sabe más que Lepe, Lepijo y su hijo, don Bill Gates, quien afirma que plantar árboles es de idiotas. No nos explica el porqué, quizás porque Gates no ama al hombre, sino que odia a la humanidad -a sí mismo un poco menos- y disfruta mucho con una humanidad paralizada por su temor al cambio climático que, además, no hace nada por evitarlo. Por ejemplo, plantar árboles.

La segunda consiste en el nombramiento de Vanessa Kerry -rechazo cualquier responsabilidad personal sobre su nombre, hay padres que no tienen corazón-, vástago del que fuera candidato presidencial norteamericano John Kerry, como embajadora de la Organización Mundial de la Salud (OMS)... para el cambio climático. 

Recuerden que la OMS tiene cada día más importancia, ahora mismo es la clave del Nuevo Orden Mundial (NOM) y el organismo más eficaz de la ONU en su batalla contra la civilización. Ese papel se ha potenciado con Tedros Adhanom, uno de nuestros peores ciudadanos globales, al frente de dicho organismo.

La OMS nos indica, por ejemplo, cómo debemos vivir y cómo debemos matar, pues en sus desvelos por la salud de todos y todas ha decidido que el aborto debe ser aprobado para todos los países de la tierra hasta el momento mismo del nacimiento. Y Vanessa, estoy seguro, va a realizar una labor muy eficaz en este terreno.

Verán: los tres logros de la OMS, de mi admirado don Tedros, son estos: terror virológico, terror climático y supresión de hecho de la Eucaristía. Este último no se lo esperaban, ¿verdad? Pues es el más importante de todos. 

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El terror virológico lo consiguieron con el Covid, pero como sus efectos están pasando, porque el aburrimiento puede resultar una fuerza aún mayor que el miedo, don Tedros ya nos anuncia una nueva pandemia. Al NOM aún no le ha dado tiempo a prepararla, pero están en ello. Recuerden el viejo chiste vasco durante los años de plomo de ETA en Euskadi, acerca de los dos reporteros del diario proetarra Egin, que aparecen en una calle de Bilbao y le preguntan a un policía:

-Buenas somos del Egin,venimos por lo del atentado.

-¿Qué atentado?

¡BOOOOOOOOOOOM!

-Ese. 

Al mismo tiempo, mister Adhanom se ha introducido en el asunto del calentamiento mental, perdón, global. ¿Qué pinta una organización de salud en esto? Está clarísimo: ¿acaso no saben que el cambio climático nos está matando? ¿Se trata de una insidiosa exageración? Por supuesto que sí, pero una sociedad amodorrada es carne de hipérbole. En cualquier caso, la OMS capitanea ahora el terror climático, que puede ser por lo menos tan útil en el proceso de entontecimiento colectivo que sufrimos, como el terror al covid.

Pero falta la tercera cuestión, la más relevante: falta la supresión de la Eucaristía, que es la más grave de las tres. Recuerden, el 14 de marzo de 2020 ya se cerraron las iglesias y se suprimió, de hecho, la Eucaristía, salvo en el caso de unos pocos curas valientes que siguieron celebrando el santo sacrificio en público. Recuerden que la Iglesia vive de la Eucaristía… y el mundo también. Ahora, don Tedros sabe que los católicos somos dóciles y cobardes y que muchos pastores están amedrentados. No lo duden: volverán a suprimir la Eucaristía y, sin ella, son un ejército de vencidos que ni tan siquiera planteará batalla.  

Aunque para que se cumpla esta tercera tragedia aún falta algo: la participación en ese cierre de la propia jerarquía eclesiástica. En el momento en que la jerarquía prescinda, naturalmente de forma temporal, de la Eucaristía en público, por razones de salud o de seguridad, el fin estará próximo. Quiero decir, la muerte será próxima. Bienvenidos entonces, a la Iglesia de las catacumbas.

Pero no se apuren, la muerte será terrible pero inmediatamente vendrá la resurrección. Es la suerte de tener un Dios que conoce el camino para salir del sepulcro.