Vivimos un final de ciclo y la muestra más clara de ello no es la permanencia de Pedro Sánchez en Moncloa, sino algo infinitamente más grave: el aumento de profanaciones eucarísticas, no sólo en España sino en todo el planeta. Estamos hablando del cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo, segunda persona de la Santísima Trinidad, el mismo que nació en Belén, hizo milagros, murió en la Cruz y resucitó al tercer día. En definitiva, no es pan, es el mismo Jesucristo.

comunicado

Teniendo eso claro se entiende la gravedad de la profanación ocurrida el pasado viernes en la parroquia de Nuestra Señora de la Vega, en el municipio de Arroyo de la Encomienda, en Valladolid. “El responsable o responsables de este hecho, que ha sido puesto ya en conocimiento de las autoridades, abrieron el Sagrario y sustrajeron las Sagradas Formas”, relata el comunicado publicado en X por la Archidiócesis de Valladolid y adelantado por Aciprensa.

El problema es el de siempre: para las autoridades civiles el robo de las Formas Consagradas no tiene gravedad alguna, ni siquiera se considera un delito contra los sentimientos religiosos.

Además de un acto de desagravio durante la Misa del domingo, la Archidiócesis llamó a los fieles a “cuidar la celebración de la Eucaristía y la reserva del Santísimo Sacramento en el sagrario”.

A miles de kilómetros de allí, en la provincia de Córdoba, pero de Argentina, unos desconocidos aprovecharon el fuerte temporal que azotaba la zona para entrar, en la madrugada del día 12, en la parroquia de San Nicolás de Bari, en el barrio de Talleres Oeste, y robar el copón del sagrario, así como la teca para exposición del Santísimo, tirando por el suelo las Formas Consagradas, según Infocatólica.

 

Es más grave la profanación de Valladolid porque se llevaron las Formas -no sólo el copón-, pero los dos hechos son muestra de la deriva que vive la humanidad. Deriva satanista.