En qué se deja ver la protestantización de la Iglesia: en todo aquello que recuerde el dogma a sentimiento y en todo aquello que hace que tantos católicos dotados de sentido común se aíslen de las modas litúrgicas y anhelen una vuelta a la seriedad de la tradición
Conozco a un feligrés que se ha cambiado de parroquia tras escuchar una sesión de testimonios y 'meaculpas' de sus compañeros de feligresía. Y cito textualmente: ¡Menuda horterada! ¡Lo de los testimonios es que ya no lo aguanto!
Marcado ya el escenario, pasemos a los nombres propios. Pablo Echenique, cómo no, ha dicho que no existen las ofensas contra los sentimientos religiosos. Contra el resto de sentimientos progres -feminismo, ideología de género, la III República, sostenibilidad, diversidad, el planeta y el animalismo de seres sintientes o cualquier otra tontuna del progresismo de izquierdas sí-, pero la blasfemia no es otra cosa que libertad de expresión y al que le moleste, por ejemplo, al católico, que se aguante y en silencio.
Discrepar, no digamos protestar, sería fascismo y ultracatolicismo. No se puede ofender a quien no existe y para Echenique, o para el propio Pedro Sánchez, Dios no existe. O sea, que es inofendible... aunque se le puede y debe ofender a cada momento por aquello de fastidiar al cristiano.
Las opiniones son libres, los hechos sagrados, asegura el axioma periodístico. Pues ahora peor: lo sagrado son los sentimientos. Pero si algo sagrado cambia cada día entonces puede que sea muy sagrado pero poco santo
Y en parte tiene razón el ínclito Echenique. Contra los sentimientos religiosos no sé si existen ofensas porque la fe no es una cuestión de sentimientos, sino de convicciones. Y contra las convicciones, ya lo creo que existen ofensas.
Entre otras cosas porque, no se lo van a creer, lo van a saber, pero resulta que Dios existe o no existe independientemente de que Echenique crea o no crea en él. Y como resulta que Cristo sí que existe, y resulta que es Dios, pues entonces sí que existe la blasfemia, que es ofensa a Dios y sí que existe la ofensa a las convicciones religiosas del creyente.
Pero lo que me interesa resaltar es esa protestantización de la Iglesia católica, que sí que tiene mucho que ver con lo que estamos hablando.
Lutero fue un sentimental, tan peligroso como todo sentimentalismo irracional. Para el alemán, la religión era precisamente eso, sentimiento, y claro, como los sentimientos van y vienen y una misma persona siente por la mañana lo contrario que siente por la tarde, ya antes de la muerte de Don Martín, ya no sólo había una Iglesia protestante, sino dieciocho. O así, que dijo un vasco.
La reforma luterana ya nació, por mor de la justificación por la fe y el libre examen, con el virus letal de su propio... sentimentalismo. Por eso se troceó nada más nacer y, por eso, Roma debe romper con todo tipo de influencia protestante
El peligroso proceso de protestatización, vía exaltación del sentimiento, de la Iglesia de Roma es un virus que se deja ver en mucho campos. Por ejemplo, en todos los tópicos progres (feminismo, homosexualismo, ecologismos, animalismo...). Muchas mujeres se sienten hoy víctimas y como todas las ideas se discuten pero los sentimientos son indiscutibles, lo del animalismo resulta lo más gráfico. Los animalistas, que no los animales, aseguran que los animales irracionales, todos menos el hombre, son seres "sintientes". Por tanto, todos deben ser -salvo las ratas y las moscas, por molestas- defendidas del hombre, su depredador.
¿Y en qué se deja ver todo esto en la Iglesia? Pues en los cánticos, los testimonios, los llantos,... en todo aquello que recuerde el dogma a sentimiento y en todo aquello que hace que tantos católicos dotados de sentido común se aíslen de las modas litúrgicas y anhelen una vuelta a la seriedad de la tradición. O sea, que, como mi amigo, se cambien de parroquia.
Creo que a Dios le encantan los niños, pero algo menos los adolescentes.
Recuerden, también, que la reforma luterana ya nació, por mor de la justificación por la fe y el libre examen, con el virus letal de su propio... sentimentalismo. Por eso se troceó nada más nacer y, por eso, Roma debe romper con todo tipo de influencia protestante.