Les voy a contar una cosa: cuando Pablo Iglesias Turrión se hizo con el bastión del 15M, la izquierda se arremolinó junto a su esperanzada renovación democrática, mientras el PSOE hacía aguas y el Partido Popular estaba encantado de saludarse todas las mañanas en el espejo. Tenía infiltrados a sus muchachotes del CNI entre la turba de la Puerta de Sol. Controlaban el cotarro apoyando y animando a cantar las cuarenta al liberalismo azul porque en el fondo la estrategia era esa: debilitar al liberalismo rojo en una especie de canibalismo político.

Ahora les voy a contar otra cosa: cuando Martín Lutero comenzó a manejar al populacho del reino germano, los príncipes le empujaban a seguir con todas sus barbaridades porque con eso, no sólo se libraban del poder romano, sino que también terminarían metiéndose en el bolsillo el patrimonio eclesiástico –que por entonces gozaba de más del 21% del total-. Pronto aparecieron más eclesiásticos y frailes emancipados de Roma que actuaban de mamporreros de la reforma luterana de forma brutal entre los campesinos con amenazas y castigos, llegando incluso hasta la persecución y muerte de 150.000 de ellos que no querían renunciar a su fe católica porque, a causa de su ignorancia y otras cosas, no entendían por qué tenían que hacerlo.

Ni Iglesias venía a regenerar la democracia ni Lutero traía la ansiada reforma para la Iglesia, sino que ambos eran caballos de Troya para destruir lo que ya existía -como sabemos, con sus defectos y virtudes-, para instaurar su propio poder

Una revolución y la otra tienen parecidos razonables. Los más importantes son dos: el primero, que ambos líderes eran listos y lenguaraces. Que usaban, uno la política y el otro la religión, de forma torticera, hueca y confusa para llevarse por delante a los hombres y mujeres que pensaban que todo lo que decían les regalaba los oídos, aunque todo fuera mentira, pero la inopia popular jugaba favor de ambos. Y dos, la más importante, que ni Iglesias venía a regenerar la democracia ni Lutero traía la ansiada reforma para la Iglesia, sino que ambos eran caballos de Troya para destruir lo que ya existía -como sabemos con sus defectos y virtudes-, para instaurar su propio poder.

En efecto, parecidos razonables y muchos más. Si valoramos las circunstancias históricas y sociales del siglo XV y XVI, sabemos que la situación no era buena porque papas, cardenales y eclesiásticos de la alta curia estaban echados a perder por el lujo, la gula y la lujuria, mientras compartían sacramentos, bulas e indulgencias. Y por otro lado, en el siglo XX y XXI, el globalismo neoliberal acucia a la sociedad actual en algo muy parecido… El poder local, concentrado en políticos sin principios ideológicos ni identidades nacionales, son veletas a la orden de los plutarcas y las instituciones internacionales como la ONU, la OMS, el FMI… Juegan con la información, la amenaza financiera y el pan nuestro de cada día empobreciendo a los ciudadanos con la zanahoria de la socialdemocracia y el dichoso bienestar que parece la panacea que nos llega gratis porque los Estados son buenos y demócratas… “¡Oh, sí, más democracia, más democracia…!”. Se extasían libidinosamente cada vez que lo nombran…

Más parecidos razonables. Cuando el luteranismo se extendió por Europa a la fuerza y desvirtuando la realidad, y entonces sólo quedaba Inglaterra con Enrique VIII -antes de sus problemas de bragueta-, el rey de Francia y Carlos I con la fuerza imperial de los reinos de España, rápidamente Lutero tomó a las imprentas por su cuenta para distribuir decenas de miles de hojas volanderas con mensajes envenenados y dibujos burlescos que trasladaban la idea de que el Papa y sus cardenales eran lo que Lutero decía que eran. Dibujos que llegaban hasta el último rincón del reino germano, de Flandes, Austria y al más allá, porque aunque no se supiera leer sí se comprendían las viñetas y por ende, el mensaje final. Así pronto comenzaron a fraguar bulos sobre el diabólico pecado que era la Iglesia, al que cuando Inglaterra hizo su primer brexit yéndose de la Iglesia y montándoselo por su cuenta, se apuntó al bombardeo propagandístico, porque a la sazón terminó enemistándose con España, lo que dio lugar a lo que hoy conocemos como Leyenda negra, que al hablar mal de lo católico se hablaba mal de España, y eso le venía bien para sus propios intereses geopolíticos.

Como Lutero, también el de la coleta se coscó de la utilidad pragmática de la comunicación en masa, así que los comunistas morados también atiborraron las cabezas de la masa social esta vez desde las redes sociales -medio en el que se movía su caladero principal que era la gente joven-

Podemos comenzó pronto a hacerse hueco en las calles, las televisiones y en las intenciones de voto. Y como Lutero, también el de la coleta se coscó de la utilidad pragmática de la comunicación en masa, así que los comunistas morados también atiborraron las cabezas de la masa social esta vez desde las redes sociales -medio en el que se movía su caladero principal que era la gente joven, milenials habituados a ese medio, emocionales y vacíos de principios críticos-, desde donde lanzaban dardos populistas y memes que hacían reír al pueblo, hambriento de venganza democrática. Por eso los escraches, expulsiones de la universidad, señalamientos a periodistas, etc. se podían hacer con absoluta impunidad, porque había que normalizar el insulto y el cara a cara con los políticos por medio del jarabe democrático. Como con Enrique VIII, también sucedió con Pedro Sánchez que le echaron del partido y terminó también con problemas de bragueta porque no podía hacer lo que le salía de sus reverendos… Y el PSOE, como Inglaterra, se sumó a la escabechina política acordando una vergonzante moción de censura para sacar a Mariano Rajoy de La Moncloa y mandarle al bar a tomar un whisky…

Las sociedades, da igual la época y el motivo, cuando se encuentran sin rumbo son carne de manipulación. Dijo Eugène Ionesco que "las ideologías nos separan, los sueños y la angustia nos unen".  Y esto lo saben los dirigentes posmodernistas, lo saben y lo aplican sin mesura porque como a Lutero e Iglesias, la sociedad solo les importa para alzarse hasta el poder. También lo dijo el buenazo de Pablo Iglesias Posse, fundador de Partido Socialista Obrero Español: “Acataremos la ley cuando nos sea favorable…”. Ya saben el partido de los 100 años de honradez.

Por eso los escraches, expulsiones de la universidad, señalamientos a periodistas, etc. se podían hacer con absoluta impunidad, porque había que normalizar el insulto y el cara a cara con los políticos por medio del jarabe democrático

La herejía de Lutero (Libros Libres) de José Enrique Bustos Pueche. Después del reciente aniversario de Lutero hace pocos años, donde algunos buenistas tendedores de puentes que consideraban que Lutero no fue para tanto y que incluso llegaron a decir algunos que hasta vino bien para la Iglesia. Ha sido un acierto este libro que deja claro, muy claro, que el luteranismo hizo mucho daño, hace mucho daño y todavía seguirá haciéndolo durante años, como desgraciadamente vemos en ciertos ambientes católicos que confunden el ecumenismo con negociar la doctrina de la Iglesia. Enhorabuena a la editorial por este acertadísimo libro.

#MasalladePodemos (Sekotia) de Javier López. El autor, periodista observador, cuando escribió este libro, Podemos estaba efervescente y no se le podía toser, sin embargo fue un libro alumbrador que todavía hoy sirve como referente de lo que fue y cómo fue todo aquello. El libro en formato epistolar con claras referencias a las redes sociales -el título en forma de etiqueta lo muestra claramente- hace un guiño a los jóvenes o usuarios de Twitter haciendo uso de las mismas herramientas o armas del partido morado.

La herejía como dogma (Campomanes Editores) de Macario Valpuesta Bermúdez. Dice el autor: “Nuestra postura -la defensa de la ortodoxia- se basa en una noción muy simple que todavía es aceptada por el buen sentido popular, aunque cada vez está más erosionada en nuestro ambiente, a saber: que hay formas correctas de estar y de actuar en el mundo, otras que lo son menos y otras que no lo son en absoluto”. En este sentido, el autor traslada el mal de la herejía al mal de nuestros días como fórmula de éxito para alcanzar los objetivos ya sea por los medios de comunicación en una información no veraz, leyes que insultan al ser humano y el relativismo como forma de argumentar.