Ha comenzado el congreso general extraordinario para adecuarse al 'motu proprio' del Papa Francisco 'Ad Charisma tuendum', un verdadero ataque frontal, un auténtico palo para la Obra. Un palo, no porque el documento vaticano retire al prelado del Opus Dei -actualmente Fernando Ocáriz- la condición de Obispo, que también, sino porque hace depender a la Obra de la Congregación del clero... y esto no es grave pero muy significativo. 

El carisma del Opus Dei se resume en su laicidad: es decir, los laicos pueden y deben ser santos, que la vida religiosa no es sólo para clérigos, sino para todos. San Josemaría no hizo así otra cosa que adelantarse al Concilio Vaticano II que formuló, más bien recordó, y al más alto nivel eclesial, la llamada universal a la santidad. Hacer depender a un organismo así de la congregación de los curas, pues hombre, tiene su aquel.

El Congreso se ha montado, por tanto, para salvar el espíritu laical del Opus Dei, sin conseguir que los jesuitas, que están detrás, y ligeramente delante, de este ataque a la Obra, en especial el cardenal jesuita, enemigo jurado de las prelaturas, Gianfranco Ghirlanda, que pretendía llegar aún más allá. Ghirlanda pretendía, simplemente, lo mismo que ya pretendió la misma orden de San Ignacio, en la posguerra mundial: separar a los sacerdotes de la Obra de los laicos y dejar a los laicos, inmensa mayoría de la Obra, convertidos en una pía sociedad de fieles, eso sí, muy pía. En otras palabras, cargarse la laicidad del Opus Dei, cargarse a la Obra.

El programita porno de Jordi Évole, nuevo apóstol de la Iglesia, acusa al Opus Dei de pederastia. Es decir, que como no ha encontrado difamación, ha optado por la calumnia

Ya hemos resumido la actualidad de la Obra con los tres los últimos Papas: "Juan Pablo II nos comprendía y nos quería, Benedito XVI nos comprendía pero no nos quería. Francisco ni nos comprende ni nos quiere". Hombre, no ayuda mucho la participación del Papa en el aquelarre Évole, un programa de contenido altamente pornográfico, pues no se habló de otra cosa que de sexo. Un espacio donde don Jordi Évole, el nuevo apóstol de la Iglesia de Roma, aprovechó para convertir en trágala una grandiosa calumnia. Hablo del alumno del colegio bilbaíno de Gaztelueta, perteneciente al Opus Dei, que acusa a un profesor de pederastia, introduciendo así a la Obra en el proceloso universo de la pedofilia. A partir de aquí, el Opus Dei, una de las más grandes iniciativas de la Iglesia en el siglo XX, pasa a convertirse en un objeto marcado. 

En este aquelarre Évole, grabado hace ya 10 meses (don Jordi no se distingue por su amor al trabajo), Francisco llega a unir, en una misma frase, al Opus Dei con la "corrupción", en esa ambigüedad porteña que tanta confusión causa entre la grey. Es Francisco, con toda su buena intención, seguro, amigo de la improvisación, pero poco ducho en el arte de la respuesta inmediata. Quizás por ello, sabedor del daño que iba a causar, posteriormente, en otra de las muchas entrevistas periodísticas que ha concedido, asegura que el Opus Dei tiene cosas maravillosas... y otras no tanto. Con ello, no sólo se resarcía al Opus Dei del daño causado sino que, encima, se volvía a referir a esa 'pía asociación' de fieles que, seguramente, provocará un aluvión de vocaciones en la obra de San Josemaría. ¿Quién no puede entusiasmarse con dedicar su vida entera a una muy pía unión?

Se repite en 2022, el mismo ataque contra la Obra que comenzara en la postguerra mundial: separar a los sacerdotes de los laicos. Está condenado al fracaso... pero eso no quita que el Opus Dei esté en crisis

En cualquier caso, el Congreso ha comenzado ahora mismo. Es un Congreso para defender la laicidad de la Obra tras la nueva imposición de Francisco. Y eso está muy requetebién. 

Pero, por otra parte, no conviene olvidar que aunque la templanza de este congreso a la defensiva no puede ser puesta en duda, el Congreso debería tener un segundo objetivo: recuperar la vibración apostólica del Opus Dei. Sí, el Opus Dei, independientemente de los ataques del Vaticano... que son reales.  

En resumen, el Congreso extraordinario del Opus Dei, debe ser un congreso para la refundación, no sólo para defenderse del ataque de los jesuitas, por muy injusto que sea. La obra de san Josemaría está en crisis de santidad... aunque eso no tiene nada que ver con que sus enemigos en El Vaticano intenten destruir al Opus Dei... que lo intentan. Pero lo cierto es que la crisis existe y nada tiene que ver ni con su naturaleza jurídica ni con sus enemigos clericales... ni tan siquiera con la mala uva de algunos jesuitas.

En suma, se repite en 2022 el mismo ataque contra la Obra que comenzara en la postguerra mundial: separar a los sacerdotes de los laicos. Está condenado al fracaso, pero la Obra debe renovarse, debe volver a San Josemaría, debe ganar en Santidad.