
Cuando me pongo a analizar los acontecimientos que estamos viviendo en estos días me viene a la mente una cita de Hamlet en la que éste rechaza la idea de que la voluntad de los dioses o el destino pueda adivinarse y, en consecuencia, evitarse. Es decir, concluye que todo se desarrollará según un plan inmutable.
En la escena en cuestión, Horacio le ruega a Hamlet que evite batirse en duelo con Laertes si le da mala espina a lo que éste le responde: Ni una pizca, desafiamos el augurio. Hay una providencia especial en la caída de un gorrión. Si es ahora, no ha de venir; si no ha de venir, será ahora; si no es ahora, vendrá. La preparación lo es todo. Es en ese momento que el príncipe de Dinamarca encuentra una sensación de aceptación y paz ante una serie de circunstancias abrumadoras. Todos los sacrificios, por pequeños que estos sean, forman parte de un plan mayor que no podemos comprender de la misma forma que no podemos burlar el panorama general.
Trasladando esta idea a nuestra realidad actual, tal parece que nos vemos apresados en el marasmo de situaciones que nos rodean, que van surgiendo unas tras otras, y que se agrupan y se transforman en cambios constantes creando comportamientos casi hipnóticos de intención superior. Algo así como el vuelo de los estorninos en el que nos agrupamos sin que nadie nos lidere y sólo respondamos a los continuos cambios de estados que nos llevarán, indefectiblemente, a no ver el surgimiento de estas nuevas estructuras y la intención superior que las provocan.
De ser así estamos perdidos. Somos los gorriones que van cayendo, no por la providencia que es cuidado de Dios, sino por la aceptación de un destino, enemigo acérrimo, del cual no podremos remediar el daño que pueda resultar. Resaltaba Bernard Beckett que cuanto más vendían el miedo los medios, más perdía la gente la capacidad de creer en los otros.
Por cada nuevo mal que les ocurrió, los medios crearon una explicación, y la explicación siempre tuvo un rostro y un nombre.
Por consiguiente, se hace perentorio cambiar nuestra forma de pensar. Estamos siendo engañados, no tanto por consignas y orientaciones propias de los regímenes totalitarios de años atrás, sino por otra forma mucho más sutil en la que ‘la voluntad de los dioses’ nos va alineando en una interminable fila de individuos impotentes a la reacción para llevarnos al gigantesco crematorio que nos tienen preparado.
Es hora de rebelarse y no aceptar ese sentimiento de aceptación y paz frente a circunstancias abrumadoras que nos intentan imponer. No vaya a ser que nos encontremos cautivos en una estructura emergente, por caótica que ésta sea, en donde, como postulaba Beckett, la gente llegue a temer incluso a sus vecinos más cercanos y nos percatemos de las señales de las malas intenciones de los demás cuando ya no nos quede ni una pizca de mala espina para desafiar los augurios. La preparación lo es todo.









