Maximiano y Diocleciano fueron dos de los grandes emperadores romanos, preclaros estadistas, sobre todo el segundo
Maximiano y Diocleciano fueron dos de los grandes emperadores romanos, preclaros estadistas, sobre todo el segundo. Sí, ya sé que allá por el año 300, el amigo Diocleciano decretó la más sangrienta persecución contra los cristianos, pero lo hizo, precisamente, porque comprendió que aquella creencia, que no se metía en política, suponía el mayor peligro para el imperio, que acabaría corroyéndolo... como así sucedió. Y no porque los cristianos pretendieran derrocar al emperador o cambiar el sistema, no, simplemente es que el sistema político romano, que tanto aportó al mundo, se sostenía gracias a la deificación del Emperador, del mismo modo que nuestra democracia deifica las instituciones políticas y, por tanto, a la clase política, aunque no dejen de insultarla... de la misma forma que en el siglo XXI confundimos legitimidad con legalidad.
Mismamente, el señor Pedro Sánchez ha gobernado de forma legal porque se impuso en una moción de censura y en una mayoría de investidura. Ahora bien, es un presidente legal pero no legítimo. Legal porque tiene los votos que la ley exige para gobernar, pero ilegítimo en cuanto preside el Gobierno de España con unos socios que odian a España y hasta con proetarras.
Pues bien, de los amigos Diocleciano y Maximiano viene el siguiente consejo a los jueces, consejo que aún va más allá, consejo que el amigo Poncio Pilato, casi tres siglos atrás, por miedo, no quiso cumplir, pero que resulta especialmente adecuado para el tiempo actual. Decían la pareja de co-príncipes romanos de los siglos tercero y cuarto lo siguiente: "Que no escuche el juez los vanos clamores de las multitudes, pues desean, demasiado a menudo, absolver al culpable y condenar al inocente".
A lo mejor, es a eso a lo que se refieren socialistas y podemitas, cada día más confundidos en el magma progre que nos controla, cuando insisten en "la mayoría social" que, casualmente, siempre está de su parte.
Caminamos en Cuaresma hacia la Semana Santa: el señorito Poncio Pilato no siguió este consejo de Diocleciano -tampoco podía 300 años antes- y condenó a Cristo.
"Pereat mundus, fiat Iustitia", que se haga justicia aunque se hunda el mundo. Que esta máxima tan necesaria de la españolísima Escuela de Salamanca vuelve al frontis de nuestra vida privada y pública porque de otro modo, no es que se hunda España, es que nos hundiremos los españoles, que es peor.