Las grandes empresas corren solícitas a firmar los Objetivos de Desarrollo sostenible (ODS), punta de lanza del Nuevo Orden Mundial (NOM) lanzado desde la ONU. 

En los despachos enmoquetados ha cundido el progresismo más tonto de los últimos siglos: una colección de tópicos convertidos en mandamientos: ideología de género, feminismo, angustia climática, transhumanismo, animalismo, veganismo y otros ismos, a cual más estúpido, como aquel del sexo sin concepción y concepción sin sexo. Todos ello se resume en el insulto preferido de Chesterton: ¡Malditos bebedores de agua! Un buen bebedor de vino y comedor de cerdo nunca alcanzará esos extremos de tedio mental y angustia vital que acarrea la modernidad Woke.  

Nuestros capitalistas se han vuelto progres, tan progres como Podemos pero progre-capitalistas. Algunos por obligación y a estos puedo comprenderlos, que el miedo es libre y añadir valor para el accionista a veces comporta, aunque no debería, prescindir de los propios valores y vivir un pluralismo esquizofrénico: la vida personal y la vida de gestión empresarial. 

El woke no es sino una forma nueva de calificar a algo muy viejo: lo políticamente correcto. Y el NOM no es otra cosa que esa corrección política convertida en varapalo contra la Iglesia

Pero en otras ocasiones el asunto resulta más grave: algunos CEOs se han convertido en entusiastas del woke, en verdaderos devotos de ese tópico nacido del presunto racismo norteamericano con los negros -casualmente no con los hispanos- que se ha ido expandiendo por todas las meninges débiles justamente en el siglo XXI, cuando el racismo antinegro había desaparecido en Estados Unidos. Tampoco se asusten: sólo tres de cada cuatro mentes gringas son débiles e impresionables.

Un detalle: todas las grandes empresas han firmado la Agenda 2030 y su ideario, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), y casi ninguna de ellas repara en que los puntos 3 y 5 de los ODS no son más que una defensa y promoción del aborto.

Con una novedad propia del siglo XXI; antes el modernismo era el enemigo externo del cristianismo: ahora el enemigo está dentro

El Ibex se ha vuelto woke. Todo el Ibex, y aledaños no cotizados, no sólo ha firmado los Objetivos de Desarrollo Sostenible sino que dedica toda su labor social a expandir el Nuevo Orden Mundial (NOM) en general y la ideología de género en particular. O sea, dinero, que es lo que busca Naciones Unidas.

Para entendernos, el woke no es sino una forma nueva de calificar a algo muy viejo: lo políticamente correcto. Y el NOM no es otra cosa que esta corrección política convertida en varapalo a la Iglesia. Sólo al cristianismo, a la Iglesia de Roma, único objetivo del satánico Nuevo Orden Mundial (NOM). 

Eso sí, con una novedad propia del siglo XXI: antes el modernismo era el enemigo exterior del cristianismo: ahora el enemigo está dentro de la propia Iglesia. Porque el peligro, para entendernos, no consiste en que el Ibex se vuelva woke sino en que la la Iglesia se vuelva woke. Es decir, estúpida, aburrida... y satánica.