La Rota fueron recibidos, a comienzos del año, por el Papa Francisco, quien aprovechó para impartirles una verdadera catequesis, y muy buena, sobre el matrimonio. Al parecer, la necesitaban
Ya saben: la Rota no es más que el tribunal de rupturas matrimoniales. Algo así como la institución de la Iglesia para el divorcio... es una institución que sólo admite el matrimonio para toda la vida. Siempre me ha recordado el alto tribunal eclesiástico aquello de que "por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés...".
Además, el Tribunal de La Rota no fue creado para romper matrimonios sino para todo lo contrario: para preservar el vínculo y el compromiso de las partes... de por vida.
Pues bien, los letrados de la Rota fueron recibidos, a comienzos del año, por el Papa Francisco, quien aprovechó para impartirles una verdadera catequesis, y muy buena, sobre el matrimonio. Al parecer, la necesitaban.
Entendámonos: no entró Francisco en nulidad fácil o difícil, sino en que hay que evitar la nulidad: "la fragilidad, que siempre permanece y acompaña también a la vida conyugal, no llevará a la ruptura, gracias a la fuerza del Espíritu Santo".
¿Lo cogen? Menos quisicosas jurídicas sobre preparación psicológica adecuada o sobre si hubo matrimonio o no lo hubo dada la disposición de las partes. Porque claro, si entramos por ahí, es posible que puedan declararse nulos un 90% de los matrimonios, dado el desajuste mental de tantos y tantas.
No, con la gracia sacramental, el católico sabe que se casa de por vida, y que, acudiendo a San Pablo, entre un hombre y una mujer que yacen juntos se establece una unión tan fuerte, que debe ser eternamente disfrutada o eternamente soportada.
Y de las causas a las consecuencias: frente a la chifladura de Ione Belarra y su normativa sorbe la familia, la Iglesia proclama que la familia no es un elemento básico de la sociedad, es la célula de resistencia a la opresión... y la única institución democrática de la sociedad, donde a la gente se le mide por lo que es, no por lo que aporta. Entre otras cosas porque de bebés y de niños, y aún de adolescentes, no solemos aportar mucho. Recibimos mucho a cambio de nada.