La Casa Real es la institución donde el Estado debe mirarse en la mesura, el bien hacer y el bien común, porque la Monarquía española es de todos, como nosotros lo somos de ella, por esa razón no votamos al monarca de los próximos 10 años.

Sin embargo, el ejemplo está desvirtuado, manoseado por acuerdos vergonzantes que en la interesada cobardía heredada de Juan Carlos I, no ha sabido dar un golpe de mesa por si Felipe VI se queda sin trabajo. Como buen Borbón, prefiere ser un melindroso rey mantenido, que un héroe destronado por razones de dignidad.

Pero Felipe VI no solo ha heredado cobardía, también unas circunstancias políticas empantanadas que dejó su padre como el enfrentamiento de los líderes políticos por preferencias personales, amén de otras travesuras de saltos de cama, comisiones millonarias y, por supuesto, intereses nacionales demasiado personales, olvidando que su estatus lo mantiene la honorabilidad de ser el Rey de todos, no de sus propios beneficios. Un año más, quizá este de forma referencial, el discurso del Rey en Nochebuena fue más globalista, escurridizo y lleno de frases predecibles y pomposas que no ayudan a nadie.

Pobre, pobrísimo, discurso de Nochebuena

España -los españoles-, está atada de pies y manos con el sistema que dejó proyectado Franco y sus inmediatos herederos políticos con la inmejorable fórmula de la Monarquía Constitucional. Estaba todo pensado, incluso estaba prevista la entrada de partidos enemigos de la democracia como siempre lo es la izquierda y los partidos nacionalistas. Por eso el PSOE de Felipe González se salió del marxismo y abrazó con pasión la socialdemocracia, que desde Zapatero y el felón de Sánchez están dando pasos gigantes hacia atrás. Aspiran con Podemos y ERC volver a la República, a la tercera, a ver si con esta va la vencida, y por fin la masonería internacional pueden diluir el espíritu español que se asienta en el cristianismo católico, la familia y la tradición.

¿Y los españoles qué dicen…? Los españoles no dicen sobre la monarquía, porque no pueden hacerlo. Por un lado, solo se dan datos a favor de ella y, por otro, porque cuando votan partidos constitucionalistas como era -insisto, era- el PSOE, embargan su voto y se acabó. Pero si profundizamos un poco, sabemos que cada vez más la gente está cansada de una monarquía de guiñol, que no aporta nada, que no arriesga, que se esconde de las críticas y le tiembla la mano para decir en voz alta lo que está mal o lo que se debe hacer bien, porque gobernar sabemos que no gobierna, pero dejar las cosas claras ya lo creo que puede. Lo que pasa, es que cuando Juan Carlos, su padre, calló ante la ley del aborto, que es el más vergonzante de los crímenes que se pueden cometer, comenzó a deslizarse por la grasienta rampa de la corrupción moral, y luego la material, que corromper y andar, todo es empezar.

La gente está cansada de una monarquía de guiñol, que no aporta nada

De todas formas, Felipe VI también es culpable, ¡y de qué manera!, porque introdujo uno de los topos más importantes que corroe la Monarquía Constitucional. Se imaginan que hablamos de ella, de la reina Letizia, una joven guapa, que no atractiva, que supo manejar con artimañas de mujer a un ingenuo y enamoradizo Felipe, cuya amenaza romántica de “me casaré por amor, o no me caso” fue aplaudida por una sociedad sensiblera, sin tener ni pajolera idea de que las obligaciones de un príncipe heredero, aunque no lo parezcan, están muy lejos de parecerse a las de un príncipe azul. La reina Letizia es republicana por genética y zurda de educación, y nadie en su juicio pensaría que se casaba por amor al pueblo. La película de Sisí ha hecho mucho daño y el pueblo piensa que es calzarte una diadema de diamantes y ya está todo hecho…

Casarse con Letizia supuso introducir un topo en Zarzuela

Los españoles no somos monárquicos por elección y muchos pensamos que una república no estaría mal. Pero es que muchos preferimos una vaga monarquía antes que una republicanada roja y sectaria, que es la que conocemos del año 1931 con las consecuencias en el 1936, y la que anhelan los pretendidos socios de Pedro Sánchez y él mismo.

Y aunque no se lo crean, se puede ser rey y/o reina decente, buena, incluso santo. Porque los cristianos tenemos mucho que aportar a este caos que el Nuevo Orden Mundial (NOM) está encantado de organizar con un orden metódico. Los cristianos hemos sido durante toda la historia el estribo en el que las civilizaciones han sabido domar con amor, ejemplo y oración las crisis de humanidad. Hoy tratamos libros de monarcas ejemplares, libros que jóvenes y no tan jóvenes deberían leer y dar luz a sus posibles dudas sobre lo que debieran ser la dignidad de los mandatarios.

La reina del baile imperial (Styria) de Mika Waltari. Una novela, ya clásica, que ayuda a comprender lo que para un monarca, emperador o zar, me da lo mismo... supone mantenerse firme en los principios por los que estarías dispuesto a dar la vida, o peor, ¡hasta la corona! Una historia que se mueve ágil a pesar de que esté ambientada en plenas convulsiones napoleónicas y se mueva entre los poderes zaristas y reinados de influencia nórdica de la época.

Zita. Retrato íntimo (Palabra) de Cybrille Debris. La historia real, algo novelada, de una de las emperatrices que después de ser desterrada de su pueblo y su posición, tuvo que adaptarse a la vida que el destino le designó. Viuda y joven y con hijos a los que debía de sacar adelante, luchó como una más hasta conseguirlo. Su fuerza moral en cumplimiento del deber, gracias a su fuerte formación cristiana, supo en todo momento sobreponerse a las circunstancias con heroicidad.

La callada memoria del olvido (Ciudadela) de Nita Aspiazu de Balda. Impresionante libro con la historia de una verdadera heroína de su tiempo y sus propios contemporáneos. María Teresa Carlota, hija de María Antonieta y Luis XV, consiguió sobrevivir  a todos los horrores de su tiempo, los bélicos, los políticos y los morales. Como dice la sinopsis de la obra: “Esta es la historia de una mujer ordinaria en circunstancias extraordinarias, pero también de una mujer extraordinaria en circunstancias ordinarias y su lucha por rescatar el legado de sus padres del olvido”.