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Isabel la Católica hizo historia en los siglos XV y XVI gracias a un reinado católico, amplio y trascendente en sus políticas, y a su audacia a la hora de llevar a cabo un proyecto social que conquistó los corazones de todo el mundo. Napoleón pasó por los siglos XVIII y XIX como el mejor estratega bélico y el más soberbio, y su legado político y cultural perdura hasta nuestros días, para bien o para mal. Hitler, Stalin y Mao serán recordados como los personajes más oscuros del siglo XX por sus políticas dictatoriales, su sagacidad en sus planes de guerra y los genocidios de millones de personas. Ahora, Pedro Sánchez está cavando su fosa como el presidente más mentiroso, manipulador y egocéntrico de lo que llevamos de siglo XXI en España.
Estamos haciendo historia. Vivimos una de las épocas más sombrías de nuestro país desde la Guerra Civil. El otro día oí decir, con acierto, que José María Aznar asentó el felipismo; Mariano Rajoy, el zapaterismo; y esperemos que Alberto Núñez Feijóo no haga lo mismo con el sanchismo, por favor, que se ponga a trabajar desde el primer minuto en deshacer todo el mal que Pedro Sánchez ha inoculado en la sociedad, las instituciones y a España en general.
Y no digo esto solo porque no me guste Sánchez. No, todo tiene sus razones, pero, para no extendernos mucho, baste con decir que solo cómo llegó a ser presidente mintiendo, hasta el día de hoy, no es material para un artículo, sino para un libro, y bien gordo. Por eso solo nos referiremos a las últimas y más groseras actuaciones.
A Pedro Sánchez se le acumulan las carpetas en su mesa: desde la gota fría -que ahora llaman DANA, para que nos creamos que es otra cosa nueva que nos trae el cambio climático- hasta las declaraciones de Víctor de Aldama, pasando por la última, que, por lo visto, se sabe ahora: que la información confidencial del novio de Isabel Díaz Ayuso fue filtrada desde Moncloa y pretendieron usar a Juan Lobato -¡Pobre hombre, lo que tiene que tragar con su secretario general!-, convirtiéndolo en chivo expiatorio. Fue cuando Pilar Sánchez Acera,jefa del gabinete de Óscar López, le paso el documento con las filtraciones, pero Lobato fue más rápido de reflejos y llamó a Moncloa para decirles que no, que él no haría eso porque es un delito. Ante la negativa de Lobato, se lo filtran a Angélica Rubio, exdirectora de El Plural, sí, la que también aireó el bulo contra el juez Juan Carlos Peinado y que ahora ha sido galardonada con uno de los puestos de consejera en RTVE, con un sueldo que sale de nuestros bolsillos de 100.000 euros al año.
A todo esto, pasa el tiempo y Álvaro García Ortiz, el fiscal general de Estado ya está imputado y la Guardia Civil registró su despacho. No debemos olvidar que «¿de quién depende la Fiscalía, de quién?», dixit Pedro Sánchez.
Lobato, Técnico de Hacienda del Estado, sabía lo que se jugaba y, para cubrirse las espaldas, se fue a un notario a testificar que él no sabía nada de eso y que sus declaraciones en la Asamblea de Madrid estaban fundamentadas en la información que daban los medios. El problema, otro más, es que Lobato fue a la notaría cuando supo que la UCO se hizo cargo del móvil del Fiscal general del Estado. La hormigonera del aparato sanchista ya estaba a pleno rendimiento y a Lobato, ya saben ustedes, se le estaba purgando en el PSOE. Se le querían quitar de en medio porque en la secta del PSOE nadie piensa diferente a su gurú y después de su acto de abanderamiento en la notaría, cada minuto que pasaba era más urgente retirarle del cargo, poner a otro más dócil… ¿Saben a quién? Justo, a Óscar López, el mismo que dio orden a su jefa de gabinete de que le pasara los documentos con la filtración de marras. ¡Y es que no ganamos para sustos con el PSOE del sanchismo, que está consiguiendo aniquilarlo definitivamente! Al final, Lobato dimite, justo antes del congreso extraordinario socialista donde Pedro Sánchez pretende refundar a su persona y volver a cerrar filas, soldar fisuras, limpiar hasta el final… Cómo será que ni tan siquiera Emiliano García-Page, el perro de ladrador poco mordedor, se ha pronunciado mucho en esta ocasión... (salvo para referirse a Lobato como “una persona de valía” y a que “la neurosis en la que ha entrado la política nacional es muy preocupante”). ¡Qué cada uno aguante su vela!, habrá pensado, porque cuando ves las barbas de tu vecino afeitar… Se nos viene un congreso socialista que promete palomitas para todos, porque también Koldo puede salir haciéndose un Aldama y reventarlo todo.
Lobato y Moncloa, es decir, Pedro Sánchez, estaban en el punto álgido del chiste del dentista, cuando el paciente le pregunta al odontólogo aquello de: “No nos haremos daño, ¿verdad?”. Al final, ha ganado el dentista, claro. Porque desde Moncloa se mece la cuna del poder sin que se sepa que quien las dé sea un muñeco de paja a las órdenes del número 1 pero, sobre todo, que lo que sea parezca un accidente. En fin, todo muy del tipo la cosa nostra.
La verdad es que me cuesta, semana a semana, mantener la actualidad porque con este gobierno de mafiosos no ganamos para sorpresas. Tenemos no sé cuántas pelis a medias que terminar de ver: lo de los diferentes casos de Begoña Gómez, que semana a semana salen nuevos capítulos o noticias actualizadas de los casos ya expuestos; las pruebas que Víctor de Aldama ha prometido a Sánchez y al PSOE; Ábalos, que dentro de nada quedará imputado y le meterán en el trullo y será otro que cante la donna è mobile; y qué decir del caso Air Europa, que va a tomar tierra con pinta de ser un aterrizaje forzoso y la señora del presidente pilotando… ¡Esto es un no acabar!
Y yo me pregunto… ¿Qué van a hacer esos votantes, las llamadas Charos y los jubilatas que votan al PSOE porque dicen que “siempre he votado al PSOE”? Tengo la sensación de que se creará otra clase de demócratas: la de los votantes huérfanos que no saben a dónde ir.
¿Tiene futuro la verdad? (BO), de George Steiner. Por primera vez, podemos concebir una incongruencia fundamental, un desfase crucial, entre la búsqueda de la verdad y los ideales igual de exigentes de justicia social o, aún más centralmente, entre la verdad y la supervivencia. «Creo -dice el autor- que la verdad tiene futuro. Que lo tengamos nosotros es algo que está menos claro. Pero solo el hombre puede suponerlo».
La carrera de Nikodem Dyzma (Sekotia), de Tadeusz Dolega-Mostowicz. Se trata de una novela de entreguerras por el escritor bestseller de la época y que, con una ironía mordaz y canalla, hace un retrato de la mentira política de los que son los líderes que dirigen nuestras vidas, sin duda una magnífica elección para disfrutar y reconocer que lo de hoy es tan viejo como lo de ayer. Os dejo este breve video reseña de la obra.
La mentira en política (Alianza Edit.) de Hannah Arendt. Arendt propone un brillante diagnóstico de las trampas epistémicas mediante las que un gobierno puede desentenderse de rendir cuentas de la realidad y los hechos, reduciendo el vínculo con la ciudadanía a mera manipulación y propaganda. Denuncia los fenómenos tan actuales como la “posverdad”, previniendo a los Estados de los perniciosos efectos materiales que genera supeditar la agenda política al dictado de relatos falaces y técnicas demoscópicas.