El 4 de mayo de 2021 se ha convertido en el polvorín de España. La derecha española ha dado la vuelta de forma casi absoluta a la percepción política y colapsado a la izquierda, cada vez más fraccionada. El PSOE, tocado de muerte; Ciudadanos, desaparecido en combate; y la nueva esperanza roja, Más Madrid, emergiendo hacia un nuevo mundo con políticas del siglo XX... y Podemos, hundido en la escombrera.

Pero todo lo que vemos tiene sus tiras y aflojas. No es como se ve. Detrás de todo, está ese movimiento social que genera la activación democrática. Me gustaría valorar lo que es, lo que debe ser y lo que puede llegar a ser el día después de que Isabel Díaz Ayuso haya abofeteado a sus opositores políticos con estos resultados que, en mi opinión, ni ella los esperaba. Para los que miramos al mundo con una perspectiva cristiana no nos puede bastar con que el frente popular, como los ha clasificado Santiago Abascal, no tenga posibilidad de imponer ninguna de sus tesis pragmáticas y deshumanizadoras. Los cristianos tenemos que seguir avanzando en la dirección del humanismo, debemos recuperar el sentir de la persona como el verdadero sentido del mundo. En este sentido, me han llamado la atención las declaraciones de Esperanza Aguirre en alusión directa a Pablo Casado como presidente del Partido Popular: "Para que la derecha, el centroderecha, pueda triunfar y gobernar España hace falta defender con convicción los principios y los valores en los que creemos. Hay que dar la batalla ideológica y cultural, que es lo que ha hecho Isabel Díaz Ayuso, y por eso ha obtenido esta victoria tan impresionante".

Los cristianos tenemos que seguir avanzando en la dirección del humanismo, debemos recuperar el sentir de la persona como el verdadero sentido del mundo

España es una sociedad compleja y diversa, con la visión de la vida en contraposición, pero si algo les une culturalmente son las raíces cristianas, precisamente lo que repele a los líderes de los partidos liberales progresistas o a la izquierda, porque les deja sin discurso. Sin embargo, cuando surge la coherencia o algo que llega a parecerse a eso, la sociedad reacciona de forma evidentemente mayoritaria, en una dirección conservadora si podemos definir así al humanismo cristiano.

Ángel Gabilondo -¡pobre!-, manejado como un muñeco por Iván Redondo -el cerebro opaco de la perversidad- y Pedro Sánchez -el narcisista que no se soporta ni al mirarse en el espejo porque piensa que le hace competencia-. Nuestro presidente, mal que nos pese a muchos, es un psicópata social dispuesto a lo que sea para alcanzar su objetivo, que es el poder. Este tipo de líder solo lo admiten los sectarios y los estómagos agradecidos. Todos los que quedan fuera de este selecto club de la mentira rechazan ese engolamiento de sí mismo por el natural hartazgo, y si además sus tácticas políticas no son de servicio público sino de servirse de lo público, vamos de usted y yo, no queda más, al menos, que abuchearle cada vez que tiene alguna presencia pública como le pasó en la jornada del pasado 4 de mayo. Quizá, como con el protervo José Luis Rodríguez Zapatero volverá a hundir las estadísticas de socialistas mandándoles de nuevo al rincón de pensar, porque si algo no admiten los españoles es el engaño, la traición, y si no que se lo pregunten a Mariano Rajoy, que se fue dejando al partido hecho unos zorros por sus infames negativas a doblegar las leyes zapateriles de índole homosexualista, guerracivilista, postrados al Nuevo Orden Mundial. Otra vez los representantes de la alta política están lejos, muy lejos, de lo que España y sus ciudadanos necesitan. Y es que la máxima de el poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente sigue en plena vigencia.

España es una sociedad compleja y diversa, pero si algo les une culturalmente son las raíces cristianas, precisamente lo que repele a los líderes de los partidos liberales progresistas o a la izquierda, porque les deja sin discurso

La caída del líder podemita, es la consecuencia de un hombre que se aupó el 15M e hizo del poder político su obsesión de manera egocéntrica, usando su carisma para engañar y posteriormente el poder para enriquecerse. Como leía a la tuitera @MarDGamero recientemente: 

La campaña madrileña de Pablo Iglesias no ha sido más que su casting para demostrar a James Roures su capacidad de actor ante las cámaras. Hasta la despedida de la política ha sido sobre actuada de victimismo heroico que vuelve a generar rechazo excepto a los abducidos sordo-ciegos, como pasaba con LenninCastro o Chaves

Mal que les pese a muchos la opción de Vox, mientras no nos demuestren lo contrario, es la esperanza para volver a una sociedad normalizada del sentido común, donde primen sobre todo lo demás las personas, las que están por llegar, las que hay y las que permanecen a la espera de un adiós definitivo. Una sociedad donde la justicia, el trabajo, la unidad nacional y la identidad de ciudadanos no estén manipulados por intereses nacionalistas. Una sociedad donde la libertad de educación, religiosa y de movimiento esté asegurada por un gran pacto de Estado que no pueda ser removible.

El futuro tiene un reto tan importante -por necesario- como apasionante -por salvar la vida-, que los cristianos debemos poner de nosotros mismos, de nuestra fe y nuestro empeño como ciudadanos para que este cambio sea posible. No se trata de fundamentalismos e imponer nuestra religión o que la política se convierta en una plantilla católica. Se trata de que el cristianismo se impregne en el quehacer de diario, que las leyes, la convivencia y la política tengan la visión humana cristiana que durante siglos ha sabido desarrollar, con la que llegó a crear grandes naciones como Europa, Iberoamérica y algunos lugares de Asia, porque si algo tiene el cristianismo es la capacidad de unir y hacer crecer.

Se trata de que el cristianismo se impregne en el quehacer de diario, que las leyes, la convivencia y la política tengan la visión humana cristiana. Si algo tiene el cristianismo es la capacidad de unir y hacer crecer

España, del desastre a la utopía (Sekotia) de Julio Barceno. Aunque este ensayo no habla específicamente de política si lo hace de la sociedad desquiciada que se ha creado desde la inconsciencia política, que en estos últimos veinte años se ha centrado en los intereses ideológicos y en ocasiones personales. Una sociedad que como bien reza el subtítulo ha migrado “del desastre a la utopía” y que como ya dije en otra ocasión debiera ser un libro que leyeran los políticos pero también los responsables de comunicación en cada uno de sus medios, los tertulianos, los analistas y todos aquellos que por su participación tiene capacidad de influir en la sociedad.

Discursos para la libertad (Ciudadela) de Esperanza Aguirre. Cuando Aguirre se despedía de su presidencia de la Comunidad de Madrid, dejó sus experiencias, sus anhelos políticos, sus temores y reflexiones sobre cómo debería ser la sociedad moderna. ¿Quizá estamos ante una vuelta al liberalismo conservador? Si es así no está mal darse una vuelta por los textos de una buena representante de esta línea de pensamiento, base original del partido que pretende acceder al gobierno de España.

El Maquiavelo de León (Esfera de los Libros) de José García Abad. ¡Otra reliquia! Pero sin embargo en este caso hablamos de los orígenes de la destrucción de la democracia, de cómo este nefasto presidente que fue Zapatero abrió el melón de la polarización de los españoles… Que hizo, cómo, contra quién… Desgraciadamente sus sucesores del PSOE y responsables en el cargo lo aprendieron bien porque siguen haciéndolo igual. E igual lo hace el tóxico Pablo Iglesias. Y también Íñigo Errejón. Lo hacen porque vieron a su maestro de la perversidad que le funcionó, por eso desde entonces España está rota. No toda la culpa la pueden tener los indepes.