Si lo sometemos a encuesta, aunque la dirigiera José Félix Tezanos, uno diría que el resultado sería abrumador: estoy convencido de que un 90% de los encuestados aseguraría que, en este siglo XXI, la violencia crece en el mundo: Armenia, Israel... o un chiflado que entra, armado con un puñal en un instituto francés y mata a uno y hiere a otros dos... al grito de Alá es grande.

Ojo y la naturaleza también se queja: aumentan los terremotos, vendavales y otros desastres naturales.

No sólo hablo de guerras, hablo de violencia y de odio en las calles y en los vecindarios

Pues bien, mi apuesta es que esto no se debe a ningún cambio climático, sino al pecado del hombre... y los 'desastres naturales', también. 

Y esto, no sólo porque la maldad humana influye en la naturaleza -no quiero hacer buenos a los tontainas del calentamiento global- sino porque si el hombre no trabaja en favor del clima el planeta sufre, ciertamente. He dicho trabajar, no recluirse en la caverna, como pretenden los ecologistas. Lo más sorprendente que he escuchado últimamente ha sido a Bill Gates calificar de idiotas a quienes plantan árboles, precisamente una de las acciones humanas que más puede contrarrestar la sequía. Recuerden, no hay que consumir menos sino producir más.

Los desastres del hombre no se producen por la acción del hombre, sino por su inacción. Recuerden: el peor pecado es el de omisión

Mi apuesta es, también, que es el ser racional quien conforma a la irracional naturaleza y a los animales irracionales, no al revés. Por tanto, el culpable de que las catástrofes naturales se multipliquen es el pecado del hombre y, si acaso, no la acción del hombre sino su inacción. Recuerden: el peor pecado del hombre es el de omisión.

Y, por último, el argumento más importante: porque hasta en las mismas fieras vengará Dios la muerte del Hombre y porque cuando Cristo murió en el Calvario, "el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y se aparecieron a muchos" (Mt. 27, 51-53).

Los delitos de odio no son otra cosa que la nueva censura progre

Con esto no predigo nada, sólo digo que no es la acción industrial -que es bonísima- del hombre la que está provocando tantas desgracias naturales, sino el pecado del hombre, que también es muy natural. Y sobre todo, digo que la violencia, asimismo muy natural y causa exclusiva del hombre, está creciendo en el mundo. Ojo, no sólo hablo de guerras, hablo de violencia y de odio en las calles y en los vecindarios. Aquí en lo único que no hay odio es en los promulgados delitos de odio. Los delitos de odio no son otra cosa que la nueva censura progre.