El ser humano lleva de serie un chip orgánico que nos pone en alerta ante determinados aspectos de la vida de los que no somos conocedores. Sin embargo, no enciende las alertas de algo que está ahí, aunque no lo veamos, que no casa con nuestra forma de entender las cosas. Algunos lo llaman intuición pero considero que eso está más relacionado con la capacidad animal de sobrevivir ante situaciones de supervivencia, quizá más relacionado con los actos reflejos. Yo hablo del sentido común, la conciencia en bruto, que está muy por encima de la potencia biológica que cualquier otro ser de la naturaleza tiene, porque a diferencia de los otros animales, tenemos el don regalado de alcanzar el discernimiento del bien y del mal.

Y digo esto porque, echando una mirada a la situación socio-política que nos rodea, no paran de encenderse lucecitas rojas de alarma. La situación pandémica, las decisiones de los despachos que afectan a sectores completos como por ejemplo a la agricultura y la ganadería, o individuales, como a los autónomos… O más allá de lo local, los controles constantes sobre la política y la economía que dirigen desde Europa a los Estados miembros; o la no menos activa geopolítica, con ChinaOriente y, ahora más caliente que nunca, la relación Rusia y Ucrania.

Sinceramente, soy de la opinión de que no se pueden hacer las cosas tan mal tanto tiempo seguido, y lo peor, sin que nadie quiera responsabilizarse y por lo tanto corregir los pasos dados. Si esto sucede, es que hay un plan urdido, no por los mismos, si no por diferentes vectores de intereses pero con el mismo objetivo: alcanzar el poder, a ser posible mundial y global, cuyos señores de la guerra o de la finanzas -no sé si hay mucha diferencia- trabajan en varios estratos para colapsar a la sociedad y no veamos más soluciones que la solución que nos aportan los que nos han creado el problema.

Ha llegado el momento de la política de verdad, de asumir riesgos personales, de poner al mundo patas arriba y dejar de jugar a las casitas con leyes tan innecesarias como inútiles como las que -Irene Montero-  esta señora, señorita o señore, como quiera llamarse, y afrontar la vida real

Aunque en alguna que otra ocasión ya lo he comentado, las ricas y modernas sociedades de Occidente tienen un despliegue de posicionamiento constante a través de los medios de comunicación, política, tecnologías y el arte… Sí, el arte también mueve masas, y es una forma sutil para crear modas, tendencias, que dirigen a la gente joven, que son menos críticos y con una personalidad moldeable pero, al fin y al cabo, aquellos que decidirán mañana.

Recientemente, Madrid ha sido escenario de una macro-manifestación en defensa del campo, nuestro sector primario, del que viven directamente miles de familias y economías rurales que sostienen el bienestar urbano de las grandes ciudades. Sin ellos las ciudades están muertas. Sin embargo, se les someten a políticas de precios que no cubren sus ingresos, mientras que España y Europa miran para otro lado, porque desde los despachos es difícil regular este sector solo con tablas de Excel y macro-números que casi nunca responden a la situación de un sector. Y todo porque la realidad se vive día a día y no por presupuestos generales condicionados por chantajes políticos entre partidos. Hace días, Asaja solicitó a Luis Planas un encuentro que no se dio y, que después de la manifestación del día 23 de enero, sigue sin hacerlo y sin dar ni una sola declaración sobre las demandas de los ganaderos y agricultores

El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, pese a su aspecto afable, sigue tirando de la soga de los autónomos. Una propuesta insultante, trilera, de te saco más dinero -del que ya te sacaba- y te doy más protección social… ¿Qué protección? Habrá que leer la letra pequeña porque todas las leyes que dan más tienen más trampas que una película de chinos. Y a propósito de esto, sigo echando en falta a la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), que dicen que desde 1995 defienden los derechos de los autónomos -y las autónomas, faltaría más-. Pero sinceramente, siendo la asociación con más respaldo social (3.338.142 afiliados de diferentes rangos por cuenta propia en la Seguridad Social), parece que tiene poca fuerza, porque los autónomos vemos que cada subida de cuota se asume religiosamente y no terminamos de percibir un ¡basta ya! que nos represente en la mesa de los ministros del ramo, que año tras año siguen acogotando a los trabajadores que son el sostén económico real de la sociedad.

Y de Europa no voy a hablar, porque ya sabemos que estamos comprados con su dinero a cambio de nuestra libertad, y lo dejo para otro día. Tampoco lo haré de la gestión de la pandemia, plagada de contradicciones y llena de mentiras desde antes de que se declarara oficialmente, y si no que se lo pregunten a Yolanda Díaz y sus declaraciones sobre el 8 de marzo más famoso de las feministas españolas.

Sin embargo, nos encontramos con un escenario de nuestra política internacional que da más miedo que el propio conflicto del Este. Un presidente, Pedro Sánchez, que se pone de figurín en una pose para la prensa y que pretende capitanear a la OTAN, con unos socios de gobierno que le desdicen por la puerta de atrás: «Somos el país del no a la guerra», dice Irene Montero… Ha llegado el momento de la política de verdad, de asumir riesgos personales, de poner al mundo patas arriba y dejar de jugar a las casitas con leyes tan innecesarias como inútiles como las que esta señora, señorita o señore, como quiera llamarse, y afrontar la vida real. Dejar de decir estupideces tipo Alberto Garzón, hundiendo la imagen y el consumo dentro y fuera de España. O simplezas de barra de bar como las de Pablo Echenique.

Arte, propaganda y política (Sekotia) de Paloma Hernández. Decía que el arte es una vía de manipulación y, es que este ensayo, pone en solfa a la institución Arte Contemporáneo de España, convertido en un brazo armado para disolver la idea de España, tomando estos señores cartas directas en el asunto decidiendo qué es o no arte en España… ¿Y los artistas, qué pintan en todo esto?

El legado de los imperios (Bo) de Samir Puri. Quizá para comprender la profundidad de la crisis ruso-ucraniana sería bueno “estudiar” cómo la historia, en este caso los imperios, siguen marcando las pautas geopolíticas del mundo. Se trata de un libro pionero y rompedor que explica cómo la historia de los imperios influye aún en la política actual y en nuestras propias vidas.

Olivares de España (Almuzara) de VV.AA. En una especie de homenaje a nuestros hombres y mujeres del campo, quiero acercar esta obra magna dedicada a uno de los elementos más característicos de nuestra geografía. Esta obra es una memoria de los olivares heredados del pasado y de aquellos lugares donde han hundido sus raíces contribuyendo a configurar el paisaje y la sociedad en grandes zonas de nuestro país. Una suerte de biografía del olivar español, aquel que viene de nuestro pasado y nos sigue acompañando hoy en día.