Vamos a cumplir dos años de la pandemia. Dos largos años cuyas consecuencias son duras para la vida, la sociedad y la economía. Una pandemia globalista que afecta a todos los países por igual con resultados diferentes debido a la capacidad que tiene cada país para salvar las dificultades. No obstante, a pesar del daño material y humano que está suponiendo para todos nosotros, hay otro mayor del que apenas se habla: el daño moral colateral -como contraposición a lo material- que afecta a miles de ciudadanos de todo el mundo.

Sin caer en conspiranoias sobre la Covid-19, me quiero centrar en los datos objetivos que afectan a las personas infectadas y no infectadas de España. Me refiero a las enfermedades mentales que surgen, como ansiedad, aislamiento, miedo, problemas de autoestima y depresión. Son la consecuencia de los confinamientos y la persecución de la libertad individual, cuya actuación irresponsable del Gobierno de España ha llevado a la sociedad en su conjunto, y sus resultados son totalmente desconsoladores.

El ser humano, según Aristóteles y santo Tomás de Aquino, es social por naturaleza. El hombre no sólo necesita recibir de los demás, sino también dar, comunicar, compartir. En cualquier caso, si esta característica es humana, ya sea natural, evolutiva o egoísta, las personas necesitamos para bien o para mal la relación con las que interrelacionarse, porque en ese trato de reciprocidad nos descubrimos a nosotros mismos. La familia, la nación y el Estado son los estratos sociales donde las personas somos capaces de coexistir. Los encierros, o dicho más finamente, los confinamientos que nos han obligado a realizar para un supuesto bien mayor, en este caso la salud, no solo han sido ilegales -y nadie del Gobierno pide perdón-, también han sido inmorales y tremendamente dañinos para miles de personas, incluso hasta el suicidio por algunas de ellas. 

El ser humano, según Aristóteles y santo Tomás de Aquino, es social por naturaleza. El hombre no sólo necesita recibir de los demás, sino también dar, comunicar, compartir. Los confinamientos han sido ilegales, inmorales y dañinos

Según las estadísticas más recientes, entre los menores de 50 años mueren más por suicidio que por coronavirus. Y tratan de justificar estas alarmantes cifras con el siguiente dato: el 90% de los suicidas de estas características vienen precedidos de una locura… ¡En serio, estamos todos locos en España menos los del Gobierno, que ninguno se suicida -¡ni dimite-! Antes de este verano, en abril de 2021, cuando se cumplía un año de los aislamientos, aparecieron unos datos que ya eran preocupantes: uno de cada tres ciudadanos confesaban sentir preocupación e intranquilidad, incluso, había llorado durante el primer año de pandemia sin una razón aparente. También arrojaban otros datos no menos preocupantes, como que más del 23% de los ciudadanos habían sentido mucho miedo a morir, y casi el 69% miedo por el fallecimiento de los familiares más cercanos. Por otro lado, algo aparentemente menor, el 42% de los encuestados confesó haber tenido problemas para dormir; el 52% se encontraba cansado y sin energía; y el 39% tenía dolores de cabeza habituales, taquicardias, mareos o desmayos.

En fin, que las consecuencias de la pandemia van mucho más allá de la pura infección de un virus de consecuencias trágicas para cientos de miles de fallecidos y, podemos añadir, sin la posibilidad de que los familiares pudieran despedirse de ellos, otro dato que no es baladí pues se trata de un duelo de carácter trascendental que muchos serán incapaces de resolver emocionalmente.

En abril de 2021: uno de cada tres ciudadanos confesaban sentir preocupación e intranquilidad, incluso, había llorado durante el primer año de pandemia sin una razón aparente y más del 23% habían sentido mucho miedo a morir

El problema no terminará cuando acabe la pandemia, porque hay estudios que aseguran que los problemas de salud mental perdurarán después del coronavirus. Muchos podrían preguntarse por qué, si la vida podría volver a ser lo que era… Y es que la anunciada y perversa nueva normalidad de Pedro Sánchez era parte de la Agenda 2030 y por lo tanto será una realidad, debido a los obligados cambios de vida personal, familiar, laboral y la inestabilidad económica, que según todos los índices marcan a nuestra España como uno de los países más lastrados por su deuda pública y el alto índice de paro del que la señora Yolanda Díaz parece estar tan orgullosa.

No cabe duda de que afrontamos un futuro distópico. Las ideologías globalistas de género, feminismo radical, anti-demográficas, el movimiento de masas para alterar las raíces culturales de Occidente y anti-cristianas, marcarán a las generaciones próximas. A los que hayan nacido en estos años pandémicos -incluyo niños menores de 10 años- ya se les prepara para todo esto desde los colegios, y los padres no hacen nada, ni los docentes mueven pieza. El futuro no es de la sociedad, el futuro es de la política socialdemocrática que adormece a los ciudadanos en una suerte de ser feliz sin ser nada, sin tener nada, sin aspirar a nada. Solo vivir en paz.

El ser humano aislado es un animal biológico abocado a la extinción. Se convierte en un ser débil y pierde sus referencias como persona

En definitiva, el ser humano aislado es un animal biológico abocado a la extinción. Se convierte en un ser débil y pierde sus referencias como persona. La incapacidad de dar y recibir se vuelve contra él como un enorme cepo que lo aprisiona en una especie de entelequia, y muere.

99 trucos para ser más feliz (Almuzara) de Fernando Alberca. En la misma línea que el anterior pero menos analítico, el autor nos ofrece un recetario que normalmente no nos saca de nuestra vida habitual porque en la mayoría de las ocasiones la solución a nuestros problemas está en nosotros mismos, nuestra vida cotidiana y en aquellos que nos rodean sin necesidad de ir a buscarlo a lugares, personas y cosas que nada tienen que ver con nosotros.

La abolición del hombre (Encuentro) de C. S. Lewis. Tengo que insistir en este texto, ahora más que nunca. Lewis, un pensador de ideas cristianas y por lo tanto, no solo lleno de sentido común, sino que además profundiza en nuestro yo y nuestras raíces, hace algunas reflexiones que nos ayudan a entendernos mejor. Nos pone en la senda del reencuentro más importante que somos nosotros con nosotros mismos, porque fuera de ese encuentro, que son la curación de la culpa y la negación del rencor, no encontraremos nada que se parezca a nosotros porque, como dice el propio autor, somos irrepetibles.

Autopsicología (Arcopress) de Alberto Bermejo Mercader. Reconozcámoslo: la saturación de las circunstancias nos alejan de la reflexión, del análisis personal y nos vemos en muchas ocasiones envueltos en una extraña situación que no nos comprendemos ni nosotros mismos a pesar de poner el empeño en mejorar. Sin embargo, desde la humildad, no somos capaces porque nos falta información real de nosotros mismos. Este libro nos ayuda a clarificar, a trocear nuestros problemas y descubrir que muchas veces es más el bulto que la realidad.