¡Abba Padre!, toda cosa es posible.
¡Padre mío, que pase de mi este cáliz,
si el no apurar el cáliz es posible!
 
Solo estás en la noche,
solo en medio de los hombres,
solo ante el Padre Dios.
Al cabo también eres hombre,
aunque también perfecto Dios.
 
Tu carne será traspasada,
tu sangre correrá por la tierra
en siglos y civilizaciones enteras,
y mostrarás sin cortedad
en tu humanidad, nuestra debilidad.
 
Has venido para morir,
y para con tu muerte, dar tu vida,
y reafirmar con esa muerte, la Vida.
No haces nada para no morir,
y por amor a los tuyos mueres,
y mueres, para a los hombres redimir:
por los que no te conocen todavía,
por aquellos que te odiaran un día,
por los que todavía no han nacido,
por aquellos que aún han de venir.
 
¿Cómo pides que se aleje el cáliz de ti?
 
Solo con sangre de las venas,
se pueden las verdades escribir
sobre las páginas de la tierra;
y así de los hombres, sus pisadas
en los siglos las lluvias húmedas,
no conseguirán que se desvanezcan.
 
La Verdad, copiosamente predicada,
para ser perpetuamente revivida,
a la terrible e inolvidable muerte
ha de ser por siempre asociada.
Tu sangre, como licor estimulante,
despertará a la humanidad por siempre
en los que en ti, y en tu amor, creyeren.
 
¿Y si no es el terror a la muerte;
por qué apartar el cáliz quieres?
¿Por la traición de un discípulo,
o la negación tres veces del otro?
¿O el dolor de la negación más basta,
del abandono de tu pueblo todo?
 
¿En la oscuridad última de la noche
tu corazón y tu amor penan, por:
la suerte de tus hijos más lejanos,
los extravíos de muchos cristianos,
las divisiones, las deserciones,
los tormentos, los estragos?
 
¿Y en la hora del triunfo,
la debilidad de algunos de aquellos
que a las multitudes guiar debieron:
de tu Iglesia, los cismas funestos,
las separaciones de la herética locura,
la propagación de las sectas,
las confusiones introducidas
por los anunciados falsos profetas?
 
¿O a sangrar y a la agonía te llevan:
las innovaciones de los reformistas,
las locuras perniciosas
de los amontonadores de abismos;
las simonías y disolución de algunos
que te niegan con sus actos,
mientras te glorifican con sus gestos;
la persecución de cristianos a cristianos,
el abandono de los tibios y orgullosos;
los nuevos fariseos y escribas,
que torcerán y traicionaran tu enseñanza,
que destripan con doctoral pedantería,
y resucitar con presunción, las cosas vivas?
 
Ese cáliz no será el propio mal,
sino el que los demás cometerán:
los próximos, los lejanos, los vivos
y quienes todavía no han nacido.
 
No pides la conmutación de tu muerte,
sino que nos libre de los males
que amenazan como la serpiente,
a los que en ti creen y creerán.
No es de miedo tu tristeza, tu aflicción,
es por tus hermanos, tu inmensa pasión.
Más acaso nunca se sabrá su significado:
¡Que pase de mi este cáliz Padre mío!
Exclamó, tu corazón dolorido y atormentado,
en aquella negra soledad de los Olivos.

 

Del Poemario inédito “Pasión”