El sistema reproductor masculino está formado por la próstata, los testículos y el pene. La próstata es una glándula que segrega un líquido blanquecino y viscoso que sirve para estimular el movimiento de los espermatozoides. Está situada debajo de la vejiga y delante del recto, rodeando la uretra. Detrás de la próstata están las vesículas seminales que producen el semen. Su tamaño es el de una nuez, sin embargo, a medida que el hombre envejece, esta glándula aumenta de tamaño provocando problemas urinarios. Cuando las células de la próstata crecen de forma descontrolada puede ser la consecuencia de un cáncer prostático.

El cáncer de próstata es el tumor más habitual y la segunda causa de mortalidad por cáncer en varones. Se suele diagnosticar, en la mayoría de los casos en hombres entre 65 y 75 años. Su detección temprana es fundamental para un tratamiento efectivo, por eso se recomienda visitar, al menos una vez al año, al especialista para una revisión, a partir de los 50 años. Como hemos dicho, la próstata va creciendo según se cumplen años, este aumento de tamaño se conoce como hiperplasia prostática benigna y puede bloquear la uretra o la vejiga y dificultar la salida de la orina o aumentar la frecuencia de micción durante la noche.

Las ventajas que tiene este tipo de radioterapia frente a la convencional son, fundamentalmente, la reducción de sesiones y tiempo total de tratamiento

Los síntomas que presenta la hiperplasia prostática benigna pueden ser parecidos a los síntomas de un cáncer de próstata, de ahí la importancia de las revisiones periódicas. En estas revisiones, el especialista realizará diferentes pruebas diagnósticas. Entre estas pruebas está el tacto rectal, una prueba incómoda pero rápida y eficaz, pues la mayoría de los cánceres de próstata comienzan en la parte posterior de la glándula que se puede palpar mediante este examen. Otra prueba que se realiza es un análisis de sangre para medir la concentración de Antígeno Prostático Específico (PSA), una proteína que producen las células de la próstata y cuya concentración aumenta en los varones que padecen este tipo de cáncer.

Una vez detectado el tumor, el tratamiento dependerá de distintas variables: la edad del paciente, el tamaño del tumor o su localización y extensión. El médico valorará estos factores y elegirá el tratamiento adecuado: cirugía, radioterapia radical o braquiterapia. La braquiterapia es un tipo de radioterapia que consiste en colocar material radioactivo en el tumor a tratar o lo más cerca posible para no dañar los órganos próximos y eliminar posibles efectos secundarios sobre ellos. Puede ser temporal o permanente.

En la temporal se inserta el material radioactivo en un catéter, en dosis altas o bajas, según el caso, durante un tiempo determinado para retirarlo después.  En la braquiterapia permanente se insertan semillas radioactivas en el tumor o alrededor, para pasado unos meses ir disminuyendo el nivel radioactivo hasta su total desaparición. Las semillas, que se quedan en el cuerpo no producen ningún efecto en el paciente.

La próstata va creciendo según se cumplen años, este aumento de tamaño se conoce como hiperplasia prostática benigna 

En la Fundación Jiménez Díaz, se estaba utilizando hasta ahora la braquiterapia de baja tasa. Esta terapia consiste en la implantación permanente de semillas radioactivas, que van emitiendo radiación a la próstata durante tres meses. En la actualidad se ha incorporado al servicio de Oncología Radioterápica la braquiterapia de alta tasa, “ahora, con la braquiterapia de alta tasa, no se implanta ningún material radioactivo de por vida, sino que se colocan las fuentes radiactivas y se administra una alta dosis de radiación en pocos minutos antes de que se retiren las fuentes, con esto se consigue adaptar mejor la dosis de radiación a los órganos de riesgo como pueden ser la uretra, la vejiga y el recto, reduciendo los efectos secundarios sobre éstos órganos y el tiempo de quirófano”, explica el doctor Walter Vásquez Rivas, médico adjunto del Servicio de Oncología Radioterápica de este hospital madrileño.

Las ventajas que tiene este tipo de radioterapia frente a la convencional son, fundamentalmente, la reducción de sesiones y tiempo total de tratamiento. Normalmente se necesitan hasta 28 sesiones de tratamiento para un tumor de riesgo bajo. Con la braquiterapia, con dos sesiones sería suficiente. “A diferencia de la radioterapia con fotones, el material radioactivo se aplica cerca o dentro del tumor, con una intervención quirúrgica bajo anestesia raquídea, las tasas de curación son equiparables a una cirugía y a radioterapia convencional, incluso mejor si se utiliza el tratamiento combinado con radioterapia externa” puntualiza el doctor Vásquez.

El éxito de esta radioterapia se ha comprobado en un paciente diagnosticado de adenocarcinoma de próstata de alto riesgo y de otras patologías graves. Se le intervino en la Fundación Jiménez Díaz con un tratamiento combinado de braquiterapia de alta tasa en una sola sesión y 15 sesiones de radioterapia externa. “Esto ha permitido dar una mayor dosis de tratamiento a la próstata y reducir las dosis de radiación en vejiga y recto. El paciente evoluciona bien con síntomas urinarios leves” señala el doctor Vásquez.

La braquiterapia consiste en colocar material radioactivo en el tumor a tratar o lo más cerca posible para no dañar los órganos próximos

La braquiterapia se utiliza para tratar canceres de todo el cuerpo: de próstata, de cérvix, de cabeza y cuello, de piel, de mama, vesícula biliar, útero, vagina, pulmón o colon y recto. Y como cualquier tratamiento que utiliza material radioactivo, la braquiterapia de alta tasa también tiene efectos secundarios. A diferencia de otras radioterapias, con ésta, los daños suelen ser locales, y se muestran con un aumento de la frecuencia urinaria durante el día y sobre todo por la noche. Estos efectos suelen ser temporales y el especialista, para prevenirlos, administrará al paciente una medicación para mejorarlos