En Brasil, las autoridades empezaron rápidamente a lanzar investigaciones y medidas judiciales tras el asalto de seguidores del expresidente Jair Bolsonaro al Congreso, el palacio presidencial y la corte suprema.

Los bolsonaristas pedían una "intervención militar" para acabar con el gobierno de Lula da Silva, algo que no sucedió porque los militares se quedaron donde debían y no tomaron partido. Aunque un Lula desaforado asegura que los militares y la policía militar fueron los encargados de "abrir las puertas" a los bolsonaristas: "gente de las Fuerzas Armadas conspiró aquí dentro. Estoy convencido de que la puerta del Palacio del Planalto se abrió para que entraran porque no hay ninguna puerta rota. Es decir, alguien aquí les facilitó la entrada”. 

Además, Lula se ha mostrado firme contra los manifestantes: “Los golpistas están siendo identificados y serán castigados; democracia siempre”, y ha aprovechado para criminalizar a toda la derecha brasileña con la excusa de la presunta intentona golpista, que no ha llegado ni a golpecito. 

Y aprovechando la situación, e insistimos, completamente enloquecido, ha aprovechado para acabar, ya no con la libertad de prensa, sino con la libertad de expresión. Así y por decreto ha destituido a la cúpula de todos los medios de comunicación públicos brasileños por el tratamiento mediático que le han dado al asalto al Congreso. 

Según han informado fuentes del Gobierno al diario Folha de Sao Paulo mientras la mayoría de medios usaban términos como "vándalos" o "golpistas", la tele pública brasileña los denominó "manifestantes", y eso no ha gustado a Lula quien ha destituido a todos los directores. 

Es decir, a Lula no le gusta cómo un medio público, que debe ser independiente, trata un tema, y manda a la calle a todo el mundo, pero para todos los progresistas, con Lula llegaba la libertad, ¿comprenden?