Esta semana, el Comité de Investigación del Asalto al Capitolio ha solicitado al Departamento de Justicia que procese al expresidente Donald Trump por cuatro posibles delitos: obstrucción de un procedimiento oficial del Congreso, conspiración para defraudar a Estados Unidos, hacer declaraciones falsas y ayudar o incitar a una insurrección.

Desde la constitución del comité, en Hispanidad hemos venido denunciando las notorias irregularidades del mismo. En su origen, la líder demócrata y presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, vetó a todos los congresistas republicanos designados por el líder republicano en el Congreso, Kevin McCarthy, de tal forma que la comisión quedó únicamente compuesta por miembros demócratas y por dos republicanos antitrumpistas, Liz Cheney y Adam Kinzinger, cuya carrera política ha terminado por decisión de las propias bases republicanas. De hecho, en escasos días, dejarán sus cargos de congresistas. En el caso de Cheney, su escaño en la Cámara Baja será ocupado por la trumpista Harriet Hageman, que le barrió en las primarias republicanas de Wyoming y Kinzinger, ni siquiera se atrevió a presentarse a la reelección.

Y no solo es que el comité carezca de independencia por su composición partidista y parcial, sino que su propio desarrollo se ha caracterizado por la preeminencia de la teatralidad sobre la realidad, y por la escasa o nula fiabilidad de los testigos de la acusación presentados, hasta el punto que no se ha permitido que comparezca testigo alguno de la defensa, que permita aportar alguna versión contradictoria de lo ocurrido. No le hace falta a la progresía mediática, solo hay un relato de lo ocurrido, que es el suyo.

Y no solo es que el comité carezca de independencia por su composición partidista y parcial, sino que su propio desarrollo se ha caracterizado por la preeminencia de la teatralidad sobre la realidad, y por la escasa o nula fiabilidad de los testigos de la acusación presentados

Llama también la atención que el comité se haya olvidado de quienes fueron las víctimas de lo ocurrido. Así como informó el diario Washington Examiner, del total de siete fallecidos, dos fueron agentes que se suicidaron días después, otro agente falleció de un ictus también días después, dos manifestantes que fallecieron de ataque al corazón, un fallecido por sobredosis de droga y solo hubo una persona que falleciera directamente en el momento y como consecuencia de los hechos. Y, curiosamente, ese único fallecido fue precisamente una manifestante, Ashli Babbitt, veterana del ejército del aire de 35 años y partidaria del expresidente Trump, que se encontraba desarmada y fue disparada a bocajarro en el cuello por un agente de policía del Capitolio, agente que en lugar de ser procesado, fue aclamado como un héroe por la progresía mediática, como también contó Hispanidad.

La investigación que, durante dieciocho meses ha efectuado la hasta el próximo mes de enero mayoría demócrata de la Cámara, ha sido un linchamiento público y mediático contra el expresidente Trump, dado que el comité parlamentario carece de potestad para presentar cargos, una cuestión que solo puede efectuar el Departamento de Justicia. No obstante, difícilmente será imparcial la investigación que efectúe dicho organismo, cuando al frente del mismo está el Fiscal General de Biden, Merrick Garland, un radical, cuyo objetivo central es procesar a Trump, como demostró con la redada de dudosa legalidad efectuada por agentes del FBI en la residencia de Donald Trump en Florida el pasado verano.

Y ahora, el linchamiento parlamentario no se limita solo a Trump, sino al propio líder republicano de la Cámara. Así, el Comité del Asalto al Capitolio ha anunciado que remitirá a cuatro destacados miembros republicanos del Congreso al Comité de Ética del Congreso, por negarse a colaborar con el circo creado por la progresía mediática. Y, la cuestión no es baladí, dado que entre los congresistas republicanos señalados por los demócratas está el propio líder republicano en la Cámara, Kevin McCarthy, quien con casi total seguridad se convertirá en enero en presidente de la Cámara de Representantes.

El linchamiento parlamentario no se limita solo a Trump, sino al propio líder republicano de la Cámara. Así, el Comité del Asalto al Capitolio ha anunciado que remitirá a cuatro destacados miembros republicanos del Congreso al Comité de Ética del Congreso, por negarse a colaborar con el circo creado por la progresía mediática

Lejos de amilanarse, el expresidente Trump ha cargado contra el Comité señalando: "Estas personas no entienden que, cuando me persiguen, las personas que aman la libertad se unen a mí. Me fortalece. Lo que no me mata, me hace más fuerte.

El expresidente Trump también recordó que los hechos por los que el comité le investiga, ya fueron objeto de uno de los dos procedimientos de impeachment o destitución a los que le sometieron los demócratas, y de los que salió declarado inocente. Y que, a pesar de ello, siguen con la cacería para tratar de impedir que sea de nuevo elegido presidente en 2024. Trump cuestionó también la investigación que previsiblemente efectuará el Departamento de Justicia, recordando la politización del FBI a favor de los demócratas, que ya ha venido denunciando Hispanidad. Así, Trump haciendo un juego de palabras denominó al FBI-Oficina Federal de Investigación como “Oficina Demócrata de Investigación”.

A pesar de todo, y aunque la progresía afirme la supuesta debilidad del expresidente Trump, no cabe duda que sigue siendo el candidato republicano al que más temen de cara a las presidenciales de 2024, de ahí que la cacería contra su persona no termine nunca.