El presidente catalán de ERC, Pere Aragonés (imagen derecha) cesa al vicepresidente de Junts, Jordi Puigneró (imagen izquierda)
La noticia es que, con nocturnidad y cierta alevosía -vulgo, mala uva- el presidente de la Generalitat catalana, don Pere Aragonès García, cesaba, a última hora de la noche del miércoles 28, a su vicepresidente, Jordi Puigneró Ferrer. Con ello, la bronca entre los burgueses independentistas de Junts y los proletarios independentistas de ERC se elevaba hasta el nivel de crisis y ruptura. Los españolistas, más o menos serios, quedaban a un lado y la sombra de unas elecciones anticipadas en aquella Comunidad se abre camino, algo que no deseaban ni el uno ni el otro miembro del feliz matrimonio separatista.
Pedro Sánchez no ha reducido el separatismo catalán, sólo ha engañado a los indepes y ha sembrado cizaña entre ellos
En cualquier caso, independientemente de lo que ocurra en la Generalitat catalana, el problema catalán -sí, Cataluña ha dejado de ser una región para ser 'un problema'- nos lleva a una cuestión se fondo que no parece vaya a cambiar. La aversión tanto de ERC como de Junts a España no es tan aguda como su amor al reparto de poder en una Cataluña dominada por los segregacionistas, para quienes la independencia se ha convertido en una religión: este es el problema. La independencia no puede dar sentido a la vida de ningún catalán, un pueblo, encima, enormemente tradicional y sentimental, mucho más que el castellano-mesetario.
Ahora bien, me temo que nada ha cambiado con el Sanchismo. En Cataluña, el virus independentista permanece. Se sigue odiando lo español y, al tiempo, deseando triunfar en Madrid. Y lo más preocupante es que las tontunas indepes han provocado catalanofobia -que no existía antes del Procés, todo lo contrario-, un fenómeno que se está disparando en el resto del país. Lógico: el hartazgo acerca de la coña indepe ya es demasiado grande en toda España.
En Cataluña, la descristianización y el procedo de ruptura con el resto de España han corrido paralelos: mientras Cataluña no vuelva a ser católica tampoco volverá a ser española
No se engañen: Pedro Sánchez no ha reducido el separatismo catalán, tal y como él presume, sólo ha engañado a los indepes dándoles esperanzas que no cumple, prometiendo diálogo que jamás practica y sembrando cizaña entre ERC y Junts. Esto último sí lo ha conseguido, pero con la cizaña sólo se destruye, nunca se construye nada y con la inacción no se crea nada y lo ya construido se avejenta. No, Sánchez no ha enmendado el problema catalán, que tardará una generación en solucionarse por sí solo, cuando los niños de hoy -si pueden- consigan olvidar la animadversión a España en la que se han criado.
Sobre todo, hay que hablar del factor más relevante de todos, que suele ser también el más olvidado. En Cataluña, la descristianización y el proceso de ruptura con el resto de España han corrido paralelos: mientras Cataluña no vuelva a ser católica, tampoco volverá a ser española (no al revés). Como decía un empresario catalán -y no era indepe- "lo de la religión es cosa de Rouco". O sea, de Madrid.