Ahora sí, o al menos eso piensa la decadente mesocracia catalana, capitaneada por el presidente de la patronal catalana Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre. El presunto líder del empresariado catalán es un democristiano que pretende resucitar la moderada Convergencia del pasado con un indepe enloquecido, como Carlos Puigdemont y un indepe convencido, ideológicamente procedente de la teología de la liberación, capaz de casar cristianismo y marxismo, como es Oriol Junqueras. Pues eso, que, ahora sí, dicen la burgesía catalana, Junts y ERC, han enterrado el hacha de guerra. Y lo curioso es que en Foment lo consideran bueno: ¡anhelan tanto la estabilidad!... aunque se trate de la estabilidad de los cementerios.
En definitiva, con la visita de Junqueras a Bélgica, donde el emperador del noreste, alias 'Puchi', tiene instalada su corte, Junts y ERC han firmado la paz, una paz interesada pero inteligente. Es decir, que un partido burgués que ahora, como el PNV pero aún más, ha enloquecido y se ha convertido en derecha ultraprogresista se une a un partido de izquierda asamblearia y pasado homicida, como es ERC, dirigido por un clerical revolucionario. Atrás quedan años de guerra, con el matón de Gabriel Rufián asegurando, en el Congreso, dirigiéndose a la portavoz de Junts, la centrífuga, Míriam Nogueras, su baladronada de barbián de taberna: "y me estoy conteniendo".
Recuerden: Puchi presidía la Generalitat cuando promulga unilateralmente la independencia de Cataluña, por tiempo mínimo, en un movimiento tirando a ridículo, que sólo un adolescente podía haber perpetrado. Y es que todo el procés indepe catalán tiene bastante de ridículo.
Pero esa declaración de independencia es mucho más grave que el posterior referéndum del 1-O.
Al final, todo acabó en desastre pero Junqueras tuvo la valentía de quedarse y acabó en la cárcel, mientras Puigdemont se comportó como un cobarde que huye de la responsabilidad de sus propios actos y se inventa una vida de víctima de la España imperial. El cabreo de Junqueras con Puigdemont ha durado años.
Pero ambos, han enterrado ayer, jueves 16 de enero, en Waterloo, el hacha de guerra. Las últimas elecciones catalanas y el pacto PSOE-ERC han llevado al socialista Salvador Illa a la Generalitat, a lo Sánchez: detentar el poder a costa de ceder en los principios -sí es que queda alguno-, mediante alianzas inconfesables.
Pues bien, ahora Puchi y el 'osito' Junqueras, han decidido unirse contra Pedro Sánchez. Ojo, no para darle el poder al PP, eso es un farol que no se cree ni el más tonto de Barcelona, sino para mantener en debilidad perpetua tanto a Sánchez en España como a Illa en Cataluña. Y eso sí que pueden hacerlo. A lo que aspiran los vengativos Puchi y Junqueras es al desgobierno de España, a tensar la cuerda sin romperla jamás. En el conjunto de España, Junts y ERC son fuerzas marginales. Puigdemont y Junqueras necesitan que Sánchez sigan en Moncloa. Tampoco les importa que, por el momento Salvador Illa, continúe en la Generalitat: está secuestrado, hará lo que le exijan y, encima, dirá que lo hace por propia voluntad. Verbigracia: Illa se ha convertido en el más ferviente partidario de la financiación especial para Cataluña.
Y tampoco Sánchez romperá la cuerda. A los escasos que se atreven a pedirle que, ya asentado en Moncloa, cambie de bando y se apoye en el PP antes que en los Orcos de Mordor, Sánchez le responde que ya no hay marcha atrás es imposible.
Por tanto, ésta será una legislatura permanentemente agónica aunque, así, en permanente agonía, puede aguantar cuatro años y prórroga. Un desastre para España, claro está, pero eso, ¿a quién le importa?