Consejo de Ministros del martes 24 de enero. La ministra portavoz, Isabel Rodríguez, se parece, cada día más, a un busto parlante. Así, nos habla de un plan de regadío rigurosísimo... justo en el momento en que en el exterior, braman los regantes de Alicante, Murcia y Almería, que se han venido a Madrid, justo delante del Palacio de La Moncloa para recordar que en esas tres provincias pueden malperderse 12.000 hectáreas de regadío. Poco le importa eso a la vicepresidenta Ribera, iluminada por el mandato del diosa Gaia para defender el planeta. Como siempre, todo su plan de cuencas se apoya en un absurdo: ahora podemos trasvasar más agua del Tajo al Segura pero no lo vamos a hacer, no vaya a ser que el cambio climático nos lo impida dentro de unos años. 

Es curioso, Teresa Ribera es una radical muy pedantona. Se extiende una y otra vez -este Gobierno no tiene abuela- sobre el trabajo realizado por su Ministerio -excelente, como podrán imaginar-  pero no nos dice en qué consisten esos planes de cuenca. Se pierde, como sus colegas de Gabinete, en una continua autoalabanza y en una continua crítica al anterior gobierno, pero no explica por qué su medida es tan excelente.

Por lo demás, el asunto es sencillo: el modelo hidrológico del Gobierno se preocupa más del planeta que de las personas y resulta que a los regantes no les gusta fastidiarse el presente para prever un futuro que es, como todo futuro, un niño en las rodillas de los dioses. En el entretanto, los agricultores no pueden regar y tienen que 'cerrar la tierra'.

El esquema ideal para reverdecer España es un reactor nuclear y, pegado a ese reactor, una desaladora de gran magnitud. Eso y la reforestación

Y la culpa la tiene el PP. Durante 11 meses no se pudo trasladar agua desde la cabecera del Tajo al Segura... con el Gobierno Rajoy. Pero miren por dónde, el plan de Teresa Ribera tampoco gusta a los socialistas levantinos. Por ejemplo, a pesar de que está siendo presionado, al presidente de Valencia, Ximo Puig. Otro fascista. 

Eso sí, Ribera defiende que el PSOE, que el Sanchismo invierte más que el PP en desalación. Pero naturalmente oculta que el modelo lógico para desalar en gran escala agua de mar, conlleva un aporte energético que sólo la energía nuclear puede proporcionar. En otras palabras, el esquema ideal para reverdecer España consiste en un reactor nuclear y, pegado a ese reactor, una desaladora de gran magnitud. Eso y la reforestación.  

Ribera, por contra asegura que necesita huertas solares: ¿energía fotovoltaica para desalar agua? La cosa es de mucha risa.

Por cierto, mientras el Consejo de Ministros anuncia esta nueva imposición a los levantinos, ya ha surgido la idea: convertir la central térmica de Carboneras en una central nuclear para desalar agua a gran escala. Pero Ribera odia la energía nuclear porque adora a la diosa Gaia y prefiere alimentar la desalación con energía solar. Insisto: cosa de mucha risa.

Y el broche, como siempre, una mentira enorme: asegura Ribera que se han seguido las recomendaciones del Consejo de Estado. Falso; todo el plan Ribera se basa en reducir el agua del trasvase Tajo-Segura, es decir, fastidiar a Alicante, Murcia y Almería.