En 2014 el chiflado de James Cameron permitió la convocatoria de un referéndum de independencia en Escocia. Ganó, pero le gustó tanto este deporte de alto riesgo de los referendos que se lanzó a por el Brexit... y perdió.

En cualquier caso, el referéndum escocés se convirtió en el ejemplo a seguir por los indepes catalanes, quienes dado que no se les concedía el referéndum, decidieron hacer uno ilegal.

Ahora Nicola Sturgeon, insiste en convocar otra consulta y presiona a Boris Johnson para conseguirla de forma pactada. Don Boris le ha mandado a paseo.

Escocia quiere otro referéndum de independencia. Y Cataluña se apunta al pensamiento escocés: "cuatro noes no valen nada pero un sí es definitivo"

De entrada, ¿el caso escocés es lo mismo que el catalán, tal y cómo pretenden los indepes catalanes? No, recordemos al Papa Francisco cuando le preguntaron por Cataluña: no es lo mismo la independencia de una colonia frente a su metrópoli o de un Estado original absorbido por esa metrópoli que separar aquello que siempre ha estado unido.

Cataluña siempre ha estado unida, primero a Aragón, luego a España... y siempre ha sido parte de España. Y parte, además, bien considerada.   

En cualquier caso, digo que he pasado una semana muy catalana, porque me ha tocado hablar con muchos catalanes y con varios monclovitas sobre Cataluña y he llegado a las siguientes conclusiones no todas buenas.

El Sanchismo no ha conseguido la adhesión catalana sino la desafección del conjunto de los españoles hacia Cataluña. No hay solución, hay hartazgo

El independentismo catalán ha fracasado pero no ha sido superado. Y sí, la degeneración moral de la sociedad catalana lo alimenta. Degeneración moral que es aún superior -que ya es decir- a la degeneración moral del conjunto de España.

Ahora bien, no olvidemos que la Generalitat, del político mejor pagado de España, un tal Pere Aragonés, plantea una nuevo referéndum de independencia, esta vez legal, mientras se apunta al viejo dicho de los referendos de independencia: "cuatro 'noes' no valen nada pero un sí a la independencia es definitivo y no tiene marcha atrás".

Sánchez no ha solucionado el problema catalán, simplemente le ha puesto sordina. El absurdo de los indepes no puede competir contra las absurdas barbaridades del Sanchismo. Por ejemplo, contra su frentismo guerracivilista

Sánchez no ha solucionado el problema catalán: simplemente le ha puesto sordina. Los indepes no pueden competir con su absurdo contra las absurdas barbaridades del Sanchismo. Por ejemplo, no pueden competir con su frentismo guerracivilista, porque en este trágico momento de 'crispación' política, eje de la situación de España en el momento presente, la cuestión catalana pasa a un segundo lugar y el independentismo catalán, tanto burgués como proletario, convertido en dogma religioso, necesita estar permanentemente en portada para sobrevivir... y no lo está.

Por ejemplo, no puede competir en protagonismo con las barbaridad de Sánchez de convertir al amigo argelino en enemigo y al enemigo marroquí en amigo para siempre. 

Ahora bien, no nos equivoquemos. El sanchismo no ha conseguido la adhesión catalana sino la desafección del conjunto de los españoles hacia Cataluña. No hay solución al problema catalán, hay hartazgo. Y el suflé indepe, por mucho que en Moncloa se jacten de lo contrario, no ha descendido. Simplemente, Juan Español, incluso Jordi Catalán, empieza a aburrirse de tanta dramatización. Se ha demolido la ruinosa construcción pero nadie ha construido otra con garantías. Parar los gritos no significa arreglar los problemas, sólo aumentar la sordera.