Todos los presidentes del Gobierno que ha tenido España desde 1978 han tratado de manipular la justicia en su favor. La diferencia con Sánchez es que lo ha conseguido. 

En un mismo día, el pasado miércoles 29, el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, comparecía ante el juez ya convenientemente baqueteado por el Gobierno, por la presunta filtración de datos personales del novio de Isabel Díaz Ayuso. En otras palabras, acusado de utilizar información confidencial obtenida a través de su cargo para que Sánchez pudiera atacar a Díaz Ayuso. 

Hablamos del guardián de la ley... que se ha negado a responder al juez y cuyo fiscal era una subordinada suya quien, naturalmente, no le hizo preguntas. Y encima, asegura que el magistrado que le juzga actúa por predeterminación: el mayor insulto en el mejor envoltorio.

En la España actual impera la maldición gitana: ‘Tengas juicios y los ganes’. En la justicia y en la política de ahora mismo, parece haber desaparecido cualquier sombra de rectitud de intención. Hasta denunciarlo resulta pueril

Todo para dar ejemplo a la ciudadanía y eso.

Por cierto, el viernes 31, trece fiscales de Sala (entre ellos, Consuelo Madrigal y María José Segarra) pidieron a García Ortiz que dimita. A través de una carta, subrayaron que “la institución está sometida a una tensión insoportable”.

Al mismo tiempo, el presidente del Tribunal Constitucional, el progresista y sanchista Cándido Conde-Pumpido, apartaba de los debates sobre los recursos contra la ley de amnistía -esos recursos que aún impiden a Carlitos Puigdemont pasearse por la Diagonal- al juez José María Macías, porque es un conservador y los conservadores no tiene derecho ni a opinar. Naturalmente, como los magistrados del Constitucional son tan justos, las votaciones siempre son las mismas: los progresistas, nombrados por el Frente Popular (PSOE, Sumar y separatistas) votan en bloque y los nominados por el PP, lo mismo: la vergonzosa Ley de Amnistía de Sánchez será constitucional, sí o también. 

Pero lo peor es lo que esto significa y a lo que ya nos hemos acostumbrado: a ver lo anormal como normal. Nadie confía en la Justicia en España donde impera la maldición gitana: ‘Tengas juicios y los ganes’.

Es el encanallamiento de España, personificado en el Tribunal Constitucional (TC) y en la Fiscalía General del Estado (FGE). Cualquier sombra de rectitud de intención parece haber desaparecido.

Encanallamiento, un fenómeno que podríamos definir así: todo vale y lo único que importa es ganar

¡Y luego quieren que confiemos en la Justicia! Lo haremos de la misma forma y manera que don Álvaro García Ortiz, guardián de la ley, y que Conde-Pumpido, ilustre presidente del Tribunal Constitucional. Yo les creo a ambos, claro que sí, pero si me puede juzgar otro, lo agradeceré.

La política y la judicatura españolas tienen un problema grave. Se llama encanallamiento, un fenómeno que podríamos definir así: todo vale y lo único que importa es ganar. O sea, todo como muy institucional y, naturalmente, democrático. Y lo más grave es que estamos tan convencidos de que esto es así que hasta denunciarlo resulta pueril.

Tengas juicios y los ganes.