El lunes, 9 de mayo, Día de Europa, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, leyó un rosáceo discurso bajo los sones del 'Escucha hermano'. Lo de esta mujer empieza a rozar la cursilería menos discreta del panorama continental.

Transida de emoción, Ursulina gritó "Gloria a Ucrania", ante el auditorio parlamentario más hortera del Globo, el mismo que entretiene sus bien pagados ocios en inutilidades varias, dentro del más sublime escenario de egolatría de todo el planeta.

La aristócrata alemana lagrimeaba por la unidad de una Europa, que, a pesar de esa unidad, no ha sido capaz de defender con las armas (bueno, con armas, pero no con las armas) a la Ucrania invadida por Putin.

Ya saben: la rica Europa está dispuesta a dar armas y dinero -tampoco mucho, oiga- a Ucrania, pero no está dispuesta a jugarse ni su vida ni su bienestar por la glorificada Ucrania.

Mientras, en España, nuestro más señero estadista internacional, Pedro Sánchez, lanzaba el dardo envenenado: propone tomar decisiones en la UE por mayoría, no por unanimidad.

Sánchez utiliza para ello el espantajo del crecimiento peligrosísimo -¡Oh sí!-de la ultraderecha nacionalista. Ya saben que el gran éxito dialéctico de la progresía europea consiste en haber logrado que todo lo cristiano suena a ultra. Sí, a ultra, con el apellido que prefieran; fascista o directamente nazi. Ahora resulta que hasta el exKGB Vladimir Putin es un nazi, mientras el propio Putin llama nazis a los ucranianos. Las palabras y los conceptos sufren mareos y corren el riesgo de dejar de tener sentido.

Para forjar una unidad política continental se necesita una constitución. Ya fracasó en su día, por el síndrome chileno, por empeñarse en una carta magna que atenta contra la historia. Europa y Chile serán cristianos o no serán

Ahora bien, lo que realmente pretende Pérez-Castejón es hacer coincidir esa transformación de la Unión Europea con su presidencia de turno de la Unión Europea: ¿comprenden? Don Pedro es un poco ambicioso y pretende en un año cambiar la Unión Eurpea, bajo la excusa de que Georgia, Moldavia, etc... pretenden entrar en el club y que con una UE de 30 miembros resulta imposible funcionar bajo el criterio de unanimidad.

Insisto: Sánchez pretende que este cambio coincida con el acceso de España a la presidencia de turno de la Unión europea, que ejercerá durante el segundo semestre de 2023... lo que constituye una de las dos razones por las que Sánchez no convoca elecciones en España. La segunda razón es porque, si la convoca ahora, podría perderlas.

Dicho de otra forma: Sánchez aspira a convertirse en el primer presidente de turno de la UE, el 1 de julio de 2023, con mando en plaza y en nombre del Nuevo Orden Mundial (NOM).

Sí, he dicho del Nuevo Orden Mundial (NOM), que no es una quimera sino los globalistas (¿verdad que sí, que existen los globalistas?), quienes pretenden imponer a escala planetaria, un sistema social claramente anticristiano. Por ejemplo, mediante objetivos presuntamente buenos como la sostenibilidad, o antinaturales, como es la ideología de género, los 100 tipos de sexos y los 200 tipos de familias.

Ahora bien, para forjar una unidad política continental se necesita una constitución. En Europa ya fracasó en su día, por el síndrome chileno, por empeñarse en una carta magna que atenta contra la historia. Porque Europa y Chile serán cristianos o no serán. ¿Qué es el NOM? Pues lo políticamente correcto, sólo eso. No es una conspiración, es algo peor: es un consenso.

En Europa, los franceses dijeron no a una Constitución que suponía la entrada de Turquía, regida por un peligroso tirano islámico llamado Recep T. Erdogan.

En Chile ocurre algo parecido: la progresía NOM más radical y más cristianófoba, no sólo ha tomado el Gobierno, también ha tomado la Asamblea Constituyente. ¡Menuda Carta Magna va a salir de ahí!

En Europa, Sánchez pretende formar una unidad política, justo cuando ese intento fue la causa de que Reino Unido -seguramente otros ultras- abandonaran la Unión. Pero claro, es que Sánchez confunde su ambición sin límites con la naturaleza de las cosas. Y créanme: no es lo mismo. Y créanme también: ni alemanes, ni franceses, ni italianos ni holandeses aceptarían como jefe de filas a un español, aunque sea el rey de la progresía hispana, aunque sea Pedro Sánchez.