A Pedro le gusta la ONU
Conste que lo de ‘déspota’ no es calificativo de Hispanidad. Es el adjetivo con el que el cesado -muy a pesar suyo- Iván Redondo, califica a quien hasta anteayer era su agradecido jefe, al que Iván llevó a la Moncloa tras animarle a lanzar una moción de censura en la que nadie, ni el propio Sánchez, creía y, más tarde, mantuvo en Moncloa tras pactar con Pablo Iglesias (Iván, no Pedro) el acuerdo de gobierno de coalición.
Pero don Iván cometió el error de empezar a brillar demasiado, y eso no lo tolera un ególatra del calibre de Pedro Sánchez.
Lo que pone en peligro la democracia, y sobre todo la libertad, no es el fascismo, realidad marginal, sino el progresismo sanchista con sus liberticidas delitos de odio y con la ideología de genero que expanden
Lo de “el déspota”, debería preocupar al inquilino de Moncloa, porque si algo distingue al hombre fuerte, durante tres años, del Sanchismo, caído ahora en desgracia, es su capacidad para esparcir ideas-fuerza, por el espacio y el ciberespacio, así como catalogaciones, en forma de titulares. Un verdadero maestro. Y hasta pudiera ser que el responsable de la vuelta a la arena política de Pablo Iglesias fuera, precisamente, Iván Redondo. Esa egolatría de Sánchez ha provocado demasiados cadáveres políticos insepultos y aunque es cierto que cuando pierdes el poder el teléfono deja de sonar, también lo es que el adversario de Sánchez es el PP pero su enemigo real empiezan a ser los socialistas y podemitas caídos. Ya saben, el adversario es el que está enfrente, el enemigo es el que está detrás.
Además, la chulería siempre refleja inseguridad, así que cuanto menos clara tiene Sánchez su permanencia en Moncloa -y a este hombre habrá que echarle de Presidencia con la Guardia Civil- más viajes, locuciones, mesas de diálogo, intervenciones institucionales, filtraciones interesadas… perpetra.
Defender el orden internacional basado en reglas e instituciones es prioritario para España. Apostamos firmemente por el multilateralismo y la colaboración mutua entre Estados como la mejor vía para dar soluciones reales a los desafíos que afronta el mundo en la actualidad.#UNGA pic.twitter.com/0upFzgwBRv
— Pedro Sánchez (@sanchezcastejon) September 23, 2021
Tras pasar por La Palma se ha ido a la ONU, que es su escenario favorito, como militante activo del Nuevo Orden Mundial NOM). Pudo intervenir por vídeo pero él no estaba dispuesto a perderse su minuto de gloria.
En la Palma, Sánchez ha vuelto a utilizar la tragedia ajena en provecho político propio: a día de hoy, el Gobierno sigue sin tener claro qué ayudas recibirán los afectados
Pues bien, con su retórica más dramática, el déspota Sánchez ha enarbolado en la ONU el espantajo ultra: la democracia está en peligro, acudid a salvarla. Los ultra, fascistas y demás cristianos -que a estos se refería- están poniendo en peligro nuestro sistema de libertades.
Predican -insisto, los cristianos, que constituyen el verdadero objetivo del NOM y de Sánchez- doctrinas erróneas que atentan contra el único dios verdadero, con patente de corso para someter a la humanidad: el pensamiento único progresista.
Lo cierto es que lo que pone en peligro la democracia y, sobre todo, la libertad -mucho más relevante que la democracia- no es el fascismo, sino el progresismo sanchista, con sus liberticidas delitos de odio y con la ideología de género que expande y que no supone otra cosa que imponer la censura universal y el pensamiento único global.
¡Pobre de aquel que se atreva a discrepar, de los mandamientos progres del NOM! como, por ejemplo, debemos discrepar todos los cristianos de los delitos de odio: ya no será ninguneado, ahora será condenado a penas de cárcel. Eso es lo que Sánchez ha vendido en Naciones Unidas. Ya no te juegas la libertad intelectual, ahora también te juegas la física.
En paralelo al viaje de Sánchez a Nueva York, desde Moncloa aseguran que con el polisario Brahim Ghali se aplicó la ley… pero la decisión lo tomó la cesada y encausada González Laya. ¿Lo cogen? El Gobierno, o sea, don Pedro, actuó con toda legalidad, pero como hay un juez cabezón que ha imputado a González Laya, quede claro que la decisión de meter en España al ciudadano Polisario la tomó la ya cesada ministra de Exteriores, que en estos momentos debe estar pensando de Sánchez algo muy parecido a lo que pasa por las mientes de Iván Redondo.
Sánchez retrasó su viaje a Nueva York para acudir a la Palma y -aunque en estos casos los presidentes más que ayudar, molestan- es un gesto que le honra. Estaba allí. Ahora bien, lo que no le honra nada es que haya vuelto a utilizar la tragedia ajena en provecho político propio: a día de hoy, el Gobierno, después de pregonar que están con los damnificados, también en la ONU, sigue sin tener claro qué ayudas recibirán los afectados y cómo se canalizarán. Que las habrá no me cabe ninguna duda pero la querencia burocrática propia del progresismo, ese ritmo que lleva a ayudar cunado el damnificado ya ha salido a flote por sus propios medios, me hace temer lo peor.
Tras el estallido de la tierra en Canarias, a los científicos hay que pedirles más humildad y a los políticos menos caradura. Sabemos tan poco de los volcanes como de los virus
Y todo ello a cambio de vender su ídolo-ciencia. Sánchez no cree en la ciencia, pero sí cree que la ciencia debe estar de su parte, y no de la derecha ultramontana. Por eso, nada más llegar a La Palma aseguró que “todo estaba saliendo según lo previsto”. Pues, señor presidente, la ciencia puede ser infalible pero los científicos, incluidos los vulcanólogos, han fracaso en La Palma. Anunciaron que podría pasar algo -¡cuánta sabiduría!- pero no acertaron ni en el dónde, ni en el cómo, ni en el cuándo. La naturaleza volvió a superarles.
Probablemente resulta imposible acertar en todo pero la utilización vanidosa -y política- de las llamadas ‘evidencias científicas’ -si es evidencia no es científica, si es científico es porque no era evidente- empieza a exigir un poco más de humildad a los científicos y un poco menos de caradura a los políticos.
A Sánchez hay que recordarle que, visto lo visto, mejor confiar en la Providencia que en la ciencia: falla menos. También en materia de vulcanología. Sabemos tan poco de los volcanes como de los virus.
En cualquier caso, la democracia no está en peligro por los ultras: está en peligro por los progres como Sánchez, porque el progresismo supone un verdadero veneno para la libertad, que constituye la raíz misma del sistema democrático.