En los edificios principales de la ciudad habían colocado enormes pantallas en las que se proyectaba la imagen del Rey Reptil agradeciendo a los ciudadanos su ejemplar comportamiento durante y después de la “pandemia”.

“Vosotros”, gritaba desgañitándose, desde su trono metálico, que habéis sido capaces de soportar sin oponer la menor resistencia al encierro de 10 años por el virus del salmón ahumado y el de los vientos alisios.” A vosotros, ciudadanos ejemplares, que supisteis sacrificaros por el bien común”.  “A vosotros que abandonasteis los nocivos hábitos de fumar, beber y consumir carne para salvar el planeta”. “A vosotros, os digo, en el día de hoy, y sin que sirva de precedente, y antes de que aparezca el virus del bicho bola, previsto para el próximo mes de juliembre…se os permite, escuchadme bien (y volvió a alzar la voz). Se os permite decir palabrotas como desahogo personal. Entendiendo; claro está, que más de dos podría ser motivo de encarcelamiento”.

Los vítores y ovaciones resonaron en todas las ciudades del planeta. En lo alto de mi calle alguien, muy valiente, se atrevió a decir: hijo de…. A continuación alguien más gritó: ¡mecachis en la mar! ante el estupor de algunos y los aplausos de muchos. De entre aquella multitud surgió un hombre que, mientras caminaba, repetía como una letanía: Estáis invitados esta tarde a las ocho, en el mercado de los gusanos, a escuchar a un hombre libre, que nos contará todo lo que ha estado velado desde hace miles de años y que hoy nos será desvelado. Los esclavos se miraban extrañados. ¿Qué significaban aquellas palabras de hombre libre? ¿No había sido, acaso, la esclavitud el estado natural de los humanos? Emocionada corrí hacia el mercado de gusanos para escuchar al hombre libre. Tras varias horas de espera el hombre libre y yo nos miramos y una lágrima espesa brotó de nuestra alma. Mientras, a lo lejos, se podía escuchar con claridad: ¡Viva el glorioso año 35 de la victoria pos pandémica de los mismos de siempre!

 

Paloma Díaz

Tertulia Académicos