El venezolano bolivariano Nicolás Maduro es, antes que un tirano, un payaso, un títere controlado por un sistema, ahora bien, se trata de un payaso sangriento, por lo que carece de gracia.

Días atrás se cumplía un año desde que el opositor Edmundo González, le venciera en las urnas. Bueno, más bien le venció la corajuda María Corina Machado, una señora con una par de bemoles.

Ha pasado un año desde esas elecciones y Maduro simplemente ha dicho que había ganado él y ha detenido, golpeado y torturado a quien se ha atrevido a oponérsele. 

En definitiva, que el chavismo se ha consolidado en Venezuela. 

Y es que hay ocasiones en que esa comunidad internacional no sólo debe pedir la paz sino que debe forzar la guerra, el golpe de Estado, la violencia, en suma, el magnicidio.  

Recuerdo que san Juan Pablo II, el mismo papa que le dijo a George Bush que no debía intervenir en Iraq (debió hacerle caso) aseguraba, en la tragedia de la antigua Yugoslavia, que la comunidad internacional debería intervenir y lo llamaba injerencia humanitaria. Sí, hay veces en que la violencia es necesaria.

Pero en Venezuela debió hacerlo mucho antes.