Si se caen los principios (ahora llamados valores), es decir, cuando la humanidad huye de Cristo, sólo queda la familia. Ahora bien, esa célula de resistencia a la opresión que es la familia, lo más valorado en las encuestas, sobre todo, por la juventud insegura, se funda en un concepto aún más manipulado que el de familia, manipulado, digo, por las presuntas decenas de tipos de familia que han surgido como hongos y que han condenado a la única familia real, la familia natural, a la que ellos llaman tradicional, a la condición de excepción. En teoría, claro está. En la practica, la familia natural, formada por hombre y mujer abiertos a los hijos es la única familia que existe y que persistirá. Además, ya se sabe que lo natural, o tiende a lo sobrenatural o se convierte en antinatural.

Lo dicho: adoramos a la familia pero no sabemos qué es el amor. Mal vamos. El amor es algo muy sencillo: entrega, donación. Me olvido de mí y me doy al otro. Y la historia demuestra que los que son capaces de amar tiene una vida plena, los que no... si pierdes tu vida la recuperarás, si no...

Y entonces llegamos a San Nicolás, una fiesta comercial que urge re-cristianizar. Por ejemplo, reivindicando el amor que, si hablamos de amor erótico, no es eso que empieza en la cama sino lo que termina en ella. Pero como principio más general: San Valentín es la fiesta del amor y entonces sólo hay que recordar que amor es eso: entrega, es compromiso, es autodonación... o de otra forma se convierte en una historia rosa. Y las historias rosas, como todo el mundo sabe, acaban por ser meras historias verdes.