
"Aunque no hubiera cielo,
yo te amara, y aunque no
hubiera infierno, te temiera”
I
No es el miedo el que te aflige, te asusta, te inhibe,
es temor, al daño que al amado
con tus actos de desamor le inflinges,
como látigo golpeando el cuerpo torturado.
Es temor a no tener la voluntad rendida,
de no corresponder al Amor, por simple amor dado.
Es temblor del alma enamorada,
el vivo horror a la ofensa que hacer podría,
a quien la amó tanto, sin medir medida,
a quien por Amor, por ella, entregó su vida.
Es temor que el Espíritu en el alma deposita,
como don que el alma cuida
con humilde convicción, que necesita
para amar al Amor que le da vida.
*Del poemario: Los Dones y los Frutos (Ed. Letra Grande 2017)









