Te observaba, esperaba,
que hablarme quisieras,
al menos una palabra,
al levantar por la mañana.
 
Buscabas ropa adecuada,
y en el trabajo, lucirla.
¡Cuánto de ocupada estabas!
Mientras por la casa corrías,
que unos minutos tuvieras,
que “hola”, me dijeras,
pero ocupada seguías.
 
Entonces encendí de luz el cielo,
lo llené de color,
lo cubrí de pájaros y sus cantos,
creyendo que así me oirías.
¡cuenta, ni te diste de ello!
 
En el trabajo te observé,
paciente durante el día.
Más, en tus actividades,
sin decirme nada
afanada permanecías.
 
Al regreso, tu cansancio vi,
y quise rociarte un poco
con agua, que calmase tu estrés,
y pensaras en mí, al mitigarse.
Más enfurecida te pusiste,
y mi nombre escarneciste.
¡Que me hablases deseaba!,
del día, aún, tiempo quedaba.
 
Encendiste el televisor
al llegar a casa, mientras
cenabas lo contemplabas.
Esperé pacientemente.
No quisiste hablar conmigo,
ni un solo pensamiento;
me borraste de tu mente,
me enviaste al olvido.
 
Cansada te noté,
entendí tu silencio,
y el resplandor apagué del cielo.
A oscuras no te dejé,
por un hermoso lucero,
lo cambié,
a pesar de ello no te interesó,
no te importé.
 
Agotada como estabas,
caíste en tu cama,
era hora de dormir.
Acompañé con música
tu sueño,
y mis animales nocturnos,
se lucieron.
 
Quizás, cuenta no te das,
o no quieres saberlo,
mi paciencia, mi amor,
siempre esperando están,
para ti, estoy ahí.