No muchos conocen a María Micaela, hoy elevada a los altares, una aristócrata madrileña del siglo XX, cuya festividad se celebra hoy, jueves 16 de junio. Trasladado desde el día 15 y usurpado su sitio tradicional porque la Fiesta del Corpus se ha cambiado de hoy jueves al domingo 19. 

Santa María Micaela se hizo famosa por acoger e intentar que cambiaran de vida las prostitutas españolas del siglo XIX. 

Mucho me temo que la ministra Irene Montero no tiene ni idea de quién era esta buena señora, pero ella, Irene, no Micaela, ha sido quien -se nos cuenta- ha ilegalizado la prostitución.

No es así claro, lo que ha hecho Montero es perseguir más al cliente, que es quien delinque, la prostituta no. Y si la prostituta no es perseguida la prostitución continuará. 

Sólo un político español, de nombre Ana Botella, entonces concejal del Ayuntamiento de Madrid forjó un plan para lo que hay que hacer: que no es legalizar o ilegalizar la prostitución sino ayudar a la prostituta a que abandone su penosa existencia. 

Botella prometía ocuparse de ellas, de las prostitutas, ayudándoles a encontrar un trabajo o haciendo que volviera a su país de origen si era extranjera.

No es algo de lo que a la esposa de José María Aznar le guste hablar. De hecho, nunca hizo balance público de la operación. Pero, según me confesaba uno de sus colaboradores más próximos en el proyecto, el éxito no llegó ni al 2% de las prostitutas a las que se intentó convencer para que abandonaran el oficio.

Conclusión: Botella se quedo mohína ante el terrible descubrimiento... de que muchas profesionales quieren seguir ejerciendo... de profesionales.

Lustros después llega Irene Montero y decide que ella va a ilegalizar la prostitución. Miren ustedes, no se acaba con la prostitución ilegalizando de derecho y permitiendo que continúe de hecho, con sanciones se arregla poco, aunque los progres les encante sancionar. Entre otras cosas porque se trata de salvar a la prostituta de la prostitución, no a la prostitución de su comercialización. Para que lo entiendas, Irene: la prostitución no es buena, es mala por sí misma, también cuando la ejerce una mujer.

Ayudar a la prostituta era lo que hacía Santa María Micaela. Y por cierto -esto a doña Irene le puede extrañar aún más- cuando decidió convertir su actividad en una congregación que diera continuidad a su tarea, le dio el nombre de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad.

Es decir, unió la adoración a la Eucaristía con la salvación de las mujeres más despreciadas de todas. Ojo, no para multar al cliente sino para proporcionarles ayuda para abandonar la prostitución.

Y sí, unió ambas cosas: Eucaristía y caridad. La identificación entre una cosa y otra viene de suyo. Otra cosa es que en el siglo XXI nos cueste verlo y hablemos de la tontuna de las dos iglesias: la conservadora y la progresista. Somos así de idiotas.