Caso real, el de una joven que cuenta en redes cómo llevaba un tiempo siendo clienta de una peluquería con cuyos servicios estaba muy contenta. Pero, un día decidió acudir al establecimiento con una pulser de Vox puesta. Desde entoces, explica, no han vuelto a atenderla en el local.

"Me dijeron que su plantilla estaba formada por inmigrantes y que defendían otros valores" y no compartían mi posicionamiento ideológico. La joven se pregunta cómo puede pedir respeto quien discrimina al resto.

 

 

En Hispanidad lo hemos escrito en alguna ocasión, respecto a las agresiones a militantes del partido en carpas informativas: resulta curioso que la formación a la que se achaca un caracter violento sea la que más violencia sufre.