• El privilegio sabatino del escapulario es un antídoto poderoso contra la peor enfermedad del hombre.
  • Porque demuestra que no estamos solos, no somos una ecuación perdida en el universo.
  • ¿Salir del Purgatorio en Sábado? ¿Y cómo se mide el tiempo en el mundo de los espíritus?
  • El cristianismo puede ser todo lo que ustedes quieran. Pero no triste.
Sábado 16 de julio, festividad de la Virgen del Carmen, Nuestra Señora del Monte Carmelo, historia viva desde el Antiguo Testamento, además de una de las devociones marianas más queridas en todo el orbe católico y en España. Y de ese amor a la madre de Dios, el punto más distintivo, el más famoso: el escapulario. Y del escapulario, lo más querido por el pueblo, el privilegio sabatino. Se lo traduzco. La Virgen sacará del Purgatorio y se llevará al Cielo, el sábado siguiente a su muerte, a las almas de aquellos que hayan llevado con devoción el escapulario. Vamos, que en el Purgatorio haces la visita del médico. No es el momento de aclarar que nadie se salva por atajos, es decir, que ya puedes haberte impuesto el escapulario que si mueres en pecado mortal acabas ahí donde estás pensando, pero librarte de la pena del Purgatorio tiene su aquel. No entro en la valoración teológica ni la exposición de este regalo de la Iglesia ni en su plasmación ni en sus malentendidos. Doctores tiene la Iglesia… Sólo entro en una cuestión que sigue abierta al misterio, una cuestión practiquísima: si el espíritu, el alma humana, el alma del difunto, hasta y el juicio final, vive, como tal espíritu fuera del tiempo, ¿cómo se entiende lo del sábado después del fallecimiento? Ya saben lo de San Agustín: ¿El tiempo? Si no me preguntan lo que es, lo sé; si me lo preguntan, no lo sé. Y, además, me importa una higa. Lo que me importa es la clemencia maternal que supone el privilegio sabatino, un antídoto poderoso contra la peor enfermedad del hombre porque demuestra que no estamos solos, no somos una ecuación perdida en el universo. Días atrás leía a una afamada articulista española asegurar que el catolicismo era un religión sádica y lúgubre, un conjunto de mortificaciones sin alegría. En su contra, oponía los credos protestantes de su ídolo, el presidente Barack Obama (en plural, porque ni sé en cuántos ha participado). Lo cual demuestra dos cosas:
  1. Nuestra articulista no ha entendido a Obama.
  2. Nuestra articulista no ha entendido el catolicismo.
Conclusión: no entiende nada. Eulogio López eulogio@hispanidad.com