• Solución progresista a la trata: prostitución universal y gratuita.
  • Y el único culpable del negocio no es el cliente.
  • La sociedad el siglo XXI vive una especie de eterna adolescencia, que constituye uno de los signos de los tiempos: picor sexual sin entrega.
  • Más que miedo al coito, lo que provoca pavor en la mujer actual es la maternidad.
  • El problema consiste en que la sociedad se ha sexualizado hasta la náusea y el sexo se ha trivializado hasta la médula.
  • La mujer suele preferir el rigor a la verdad. Pero sólo se muestra superficial cuando intenta convertirse en el centro de atención de quienes le rodean.
Desconozco qué tipos de mujeres elaboran los suplementos de mujeres sobre la prensa pero me temo lo peor. Pertenecen a ese feminismo cutre -una reiteración-, ramplón -otra reiteración- y encima superficial a más no poder. Y esto, supongo, no debería ser una reiteración porque la mujer no suele caer en a la superficialidad. Antes tropezará en el vicio de anteponer el rigor a la verdad. En la superficialidad sólo cae cuando se empeña en ser el centro de atención de todos lo que le rodean. Entonces sí. En el entretanto, las mujeres y los niños se toman las cosas muy en serio. Leído el sábado en el Suplemento dedicado a la mujer del diario pepero ABC, en una pieza dedicada a la prostitución. No se lo van a creer pero el malo de la cosa es el cliente de la casa de lenocinio. No el proxeneta, no las prostitutas, sino el cliente. Se le acusa de ser el autor del pérfido negocio de la trata. Nuestra autora se mesa la cabellera y se pregunta cómo es posible que alguien pague por los servicios de una prostituta. Es más, los varones españoles somos los peores de todos porque han de saber que la media europea nos alumbra sobre el hecho de que sólo un 19% de los europeos han solicitado los servicios de una coima alguna vez en su vida, mientras que en el caso de los españoles la cosa se eleva al 39%. Pues verán, respecto a la primera pregunta yo juraría que la cosa está bastante clara. Verás, campeona, se trata de que la sociedad se ha sexualizado hasta la náusea y el sexo se ha trivializado hasta la médula. Vivimos en pornografía permanente, como cerdos en el barro, y entonces resulta que con unos principios firmes y una vigilancia esforzada se acaba separando el sexo del amor y de la entrega en una especie de eterna adolescencia, que constituye uno de los signos de los tiempos. Y de esa pornografía rampante, tienen tanta culpa los hombres como las mujeres. Y si en los varones reina la frivolidad y el despendole, en las mujeres también desde que se inventó la píldora -hoy todas potencialmente abortivas pero da lo mismo- y la mujer se ha quedado sin freno. Es decir, la mujer está más sexualizada y, ojo, es más genofóbica. Y esto es porque más que miedo al coito, lo que provoca pavor en la mujer actual es la maternidad. Claro que la solución de la progresía dominante ante estos dos problemas es sencilla: no paguéis por el sexo, ayuntaos los unos con otros, refocilaos sin pedir el DNI y así, nos comportaremos como animalitos pero en calidad de servicio público: universal y gratuito. Respondida la primera pregunta: hay mucho putiferio porque el personal se comporta como animales gracias a una sociedad 'pornografiada', que huele  a semen. En segundo lugar, ¿seguro que es malo que el uso de la prostitución en España sea superior a la media europea? Porque a lo peor resulta que en Europa se impone la prostitución sin ánimo de lucro, de ellos y de ellas. El español, sin duda por la herencia católica, distingue mejor entre amor y sexo y distingue mejor entre la mujer que amo y la hembra que utilizo. Eso no justifica que utilizar a otro ser humano sea bueno, pero la alternativa de parejas no profesionales que se utilizan mutuamente, en ocasiones por una noche, no suponen un espejo en el que mirarse. Pero revela algunas ideas más claras que los de la prostitución sin ánimo de lucro, con sus intercambios de pareja, poligamia sucesiva, etc., que al parecer, según el ABC, constituye el acabose de la mediocridad. En cualquier caso, el problema de la prostitución no es que se pague por sexo (aunque sí es un problema la esclavitud que suele conllevar): el problema es la separación entre sexo y amor y una sociedad… que huele a semen. Y eso no huele muy bien. Prefiero encontrar soluciones que buscar culpables: la solución al problema a la prostitución es la falta de amor y la separación ente amor y sexo, es decir, la trivialización del sexo. Pero, dicho esto, el culpable de la prostitución no es el cliente del club, al menos, no el único. El proxeneta lo es, la llamada profesional, también. La mayoría no son esclavas forzadas, lo hacen porque les viene en gana y se ganan un dinero con ello. Queda dicho. Eulogio López eulogio@hispanidad.com