• Obama y Francisco hablan de emigración pero no de mestizaje.
  • Viaje del Papa a la América Hispana y a la América anglosajona: ¡Qué mundos tan distintos!
Lo cuenta José Javier Esparza en esa obra formidable que es La Cruzada del Océano, sobre la conquista y evangelización de América. Ahora que el Papa ha visitado ambas colonizaciones, la América Hispana (Cuba) y la América anglosajona (Estados Unidos) conviene establecer esas comparaciones tan odiosas como esclarecedoras. Dice así Esparza: "para la mayor parte de los inmigrantes ingleses protestantes, el indio es un ser inferior, hijo de Satanás, y como tal debe ser sometido y exterminado. No hay posibilidad de redención mediante le bautismo. En la América anglosajona, en efecto, los indios son exterminados. Ahí sí puede hablarse netamente de genocidio: hubo una matanza racial con el pretexto de motivaciones supuestamente bíblicas. Hoy, los escasos sobrevivientes de aquello están en reservas. Por el contrario, en la América hispana sigue habiendo millones de indios, aún circulan, quinientos años después, muchas de las lenguas autóctonas. Y eso fue posible porque los teólogos y juristas españoles reconocieron que los indios tenían derecho a casa y hacienda y a trabajar por un salario justo. ¿Una obviedad? No, en la época una revolución. Fruto de una conquista que se quiso ver, ante todo, como evangelización". No se puede resumir más años de historia de una buena porción del mundo en menos líneas. Es la diferencia entre la América hispana y la anglosajona. Los primeros eliminaron a los nativos y dominaron ellos en su lugar. Los segundos, los españoles, con todos nuestros defectos, nos mezclamos con los indígenas dando lugar a mestizos y criollos, a la raza hispana. Hoy hay muchos descendiente de indios en México, Colombia, Chile o Perú. En Estados Unidos, los pocos amerindios que lograron sobrevivir ofrecen hoy una nota de color al turista en sus reservas, tras unos carteles extraordinariamente respetuosos con el aborigen: "No dé de beber a los indios". Por eso, me agrada oír hablar al presidente estadounidense, Barack Obama, de emigración. Y aún más, por más sincero que Obama, escuchar a Francisco hablar de que Estados Unidos es un país de emigrantes (ya que no de mestizos). Precisamente Francisco, hijo de emigrantes italianos en Argentina. Ahora bien, por encima de la emigración -que de suyo es mala, fruto de la miseria, pero puede tener unas consecuencias más que positivas-figura el mestizaje, que constituye la verdadera y única multiculturalidad. Y el mestizaje es obra de españoles hoy criticados por genocidas por sus propios descendientes y por el cinismo anglosajón: genocidas metidos ahora a misericordiosos. Especialmente cuando es Europa, no Estados Unidos, quien corre con los costes de esa inmigración. Porque esa es otra. El emigrante hacia las colonias anglosajonas, por ejemplo a EEUU, llegaba al puerto de Nueva York y se le franqueaba la entrada pero nadie le acogía ni le ayudaba a integrarse. Al día siguiente, debía ganarse la vida en los muelles de Nueva York con sus propios medios. Al emigrante que hoy llega a Europa se le ofrece, mal que bien, los beneficios del Estado de Bienestar que disfrutamos los europeos. Y hay que ofrecérselo, ciertamente, pero Obama, cachondón, no des lecciones de acogida. Que no, que tú no puedes, que eres norteamericano. Y los gringos tienen muchas virtudes pero no las de la acogida al emigrante. A este le somete a la dura prueba de la supervivencia. Y la segunda gloria de España es la que se revive en la canonización del franciscano Fray Junípero Serra, ese mallorquín misionero que cuidó, bautizó y evangelizó  a tantos indios. Junípero era el producto lógico de una nación, la española, que con la alianza del trono y el altar, especialmente por la mejor reina que haya tenido España, Isabel I de Castilla, supo convertir una conquista en misión y, como colofón, inventó los derechos humanos (el copyright de los derechos humanos corresponde al burgalés Francisco de Vitoria y otros clérigos españoles, así como a Isabel la Católica y los conquistadores que obedecieron sus dictados para con los indígenas) y la igualdad de todos los hombres ante la ley. ¿Por qué eran iguales? Porque todos estaban llamados a ser hijos de Dios. Ahí se unen evangelización y democracia. ¿Lo entiendes Obama? Es la gloria de la tiranía cubana y la miseria de los hoy boyantes Estados Unidos. Grandeza y miseria de origen, ciertamente, pero es que el presente es hijo del pasado (o nieto). Eulogio López eulogio@hispanidad.com