Ignacio Aguirre ha explicado en Hispanidad lo mucho que hay en juego en estas elecciones norteamericanas de mitad de mandato, donde se renuevan el Congreso federal, parte del Senado, parlamentos estatales y gobernadurías. 

Y como el Partido Demócrata puede salir escaldado de estos comicios, Joe Biden, senil hoy pero con la misma mala leche de ayer, asegura que la democracia norteamericana nada menos, está en juego en esta cita con las urnas. Es decir, le niega a Donald Trump, que, como él, no se presenta a los comicios pero que, como él, se juega mucho en ellos, así como a los republicanos, la condición de demócratas. 

Es exactamente lo mismo que hace Pedro Sánchez con el Partido Popular y con Vox. No son demócratas así que votarles a ellos significa acabar con la democracia. 

Biden lo ha expresado con esa clara simplicidad de los gringos: la democracia está en juego... si no me votáis a mí.

Y como la democracia está en juego, la progresía mundial, no sólo la norteamericana, se ha puesto en marcha: todo el que no piense como yo, debe ser expuslado del cuerpo social. 

El que discrepe de mí -y recordemos que la progresía del Nuevo Orden Mundial (NOM) no es otra cosa que cristofobia y cristianofobia- no es demócrata ergo, debe ser expulsado de la democracia, lo que es tanto como ser expulsado de la vida pública. A esto siempre se le ha llamado totalitarismo, pero, al parecer, ahora no nos damos cuenta.

Por cierto, volviendo a la democracia norteamericana y a las elecciones del martes 8 de noviembre, el Partido Demócrata debería otorgar una medalla a la corresponsal de RTVE en Washington, Cristina Olea. Por todo lo anterior.