
Juan Carlos Peinado ha sufrido todo tipo de presiones desde que comenzó a investigar a Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, tras la denuncia de Manos Limpias, en abril de 2024. En su intento de desacreditarle, la izquierda le ha dicho de todo menos bonito, desde que es un espía y por eso tenía dos DNIs (¿recuerdan?), hasta que tenía 14 inmuebles en propiedad.
Todo vale contra él, incluso atacar a su familia, aprovechando que su hija era concejala del Ayuntamiento de Pozuelo. De hecho, la alcaldesa de aquella localidad, Paloma Tejero (PP), le quitó la concejalía de Deportes y la degradó al cargo de concejal raso.
A pesar de todo, Peinado siguió adelante con la investigación y este lunes acordó ampliar la instrucción seis meses más, hasta el 16 de abril de 2026, por las pesquisas que aún están pendientes. “Difícilmente pueden ser cumplimentadas dichas diligencias pendientes de practicar antes del 16 de octubre”, afirma en el auto. El jueves de esta semana vencía el plazo tras la ampliación dictada por el juez en abril.
Estamos de acuerdo en que Peinado no es el mejor juez instructor y que ha cometido errores. Por ejemplo, imputar a Juan José Güemes, del Instituto de Empresa, o separar el delito de malversación de los otros cuatro: tráfico de influencias, corrupción en los negocios, intrusismo laboral y apropiación indebida.
De lo que nadie duda es de su valentía, cuando sólo faltan once meses para su jubilación, en septiembre de 2026. Ni las presiones a su familia ni las acusaciones vertidas contra él le han parado los pies para seguir investigando y tomar declaración, incluso, a Pedro Sánchez, en La Moncloa.
Mientras tanto, José Luis Ábalos ha roto con su abogado y evita comparecer en el Supremo el próximo miércoles. Una citación que podría terminar con el exministro en prisión, al igual que su asesor, Koldo García, también citado ese día. ¿A qué juega Ábalos? Porque lo que parece es que no ha roto con Sánchez y todo lo que intenta es retrasar su más que probable entrada en prisión, al estilo Cerdán.









