Sr. Director:

A veces pongo un canal musical porque me gustan las canciones, pero procuro no mirar. Prácticamente todos los vídeos tienen escenas de sexo o bailes lascivos. Hay intérpretes femeninas que tienen mucho talento y no necesitan utilizar su cuerpo en la promoción y aún así se prestan a convertirse en un símbolo sexual. Pero además, es muy habitual que haya escenas de grupo, todos con todos, estilo orgía romana.

Yo ya soy adulta y no me afecta, pero me imagino en cómo puede impresionar esto a niños y jóvenes rebosantes de hormonas. No es de extrañar que sigan aumentado las enfermedades venéreas y los embarazos no deseados. No pretendo que la industria musical se convierta en un instrumento moral, pero tampoco debería estar fomentando el vicio. Y también normalizan el abuso de alcohol y drogas, como claramente se puede comprobar en la mayoría de esos videoclips.

Muchos menores de edad ven esos canales musicales que, en teoría, son tolerados y no necesitan ninguna restricción de horario o de otra clase. Luego aparecen noticias como ésta: “Un aberrante caso de presunto abuso sexual en una escuela de Plainview, Texas, Estados Unidos, es investigado por agentes del FBI, luego de que varios padres de familia denunciaran que una niña de seis años fuera obligada a tener relaciones con otro niño, mientras varios de sus compañeros grababan el hecho con un iPad”. No es de extrañar cuando se está iniciando a los niños en la sexualidad en edad temprana, cuando todavía no tienen la madurez mental suficiente para conocer las consecuencias de sus actos. Es otra estrategia más en contra de la pareja, la familia y los niños. No podemos permitirlo. Es perversión de menores. Más les valdría que les ataran una piedra de molino al cuello y los echaran al mar (Marcos 9:42).