Sr. Director: Considero que una cuestión prioritaria en la España actual es desenmascarar. A los dictadores, a los farsantes, a los corruptos, a los separatistas, a los embaucadores, a los provocadores, a los violentos, a los indeseables, a la basura política, a la escoria social, a los traidores. Y también a todos esos personajes que, de una forma u otra, quieren convertir nuestra tierra en un campo de batalla en la que ellos acaben siendo los vencedores. Todo este tipo de indeseables personajes que he mencionado forman parte ya activamente: de nuestras instituciones, de nuestros parlamentos, de nuestros ayuntamientos, de nuestras universidades y de nuestra vida política, laboral, cultural y social. O controlamos la labor de estos bandoleros oportunistas, o acabamos sumidos: en la violencia, en la pobreza, en la mezquindad, en la dictadura y en el caos pleno y absoluto. Estamos tardando demasiado tiempo en dar respuesta a estos poderes: envenenados, malignos y detractores. Estamos dejando demasiadas rendijas constitucionales por dónde, gota a gota, van entrando, y por donde van consiguiendo destruir los, hasta ahora, robustos pilares democráticos. No podemos esperar más, o llegará un momento en el que: Los disturbios sustituirán a los debates. El caos ira ganando terreno a la estabilidad. El vicio ira venciendo a la virtud. La violencia ira ganando terreno a la paz. La insensatez ira venciendo a la sensatez. Y la confusión se irá extendiendo, creando el hábitat adecuado para la llegada de una guerra sin cuartel, que finalmente acabará o deteriorara peligrosamente: la democracia, la paz, la libertad y la convivencia. O despertamos del sueño de la inoperancia, de la pasividad y del conformismo, o empezaremos a asistir atónitos: a las "guerras" parlamentarias, políticas o ideológicas. A las "guerras" económicas y sociales. A las "guerras" separatistas  o lingüísticas. A las "guerras" psicológicas y de intereses. A las "guerras" educativas e informativas. A las "guerras" por conseguir  los medios de comunicación. Y a las "guerras" sanguinarias por el poder. Rafael Gutiérrez Amaro