Sr. Director:

La infección progresista que sufre el feminismo está resultando un timo muy dañino para la mayoría de las mujeres, para la sociedad y hasta para el concepto mismo de mujer, que el progresismo ha ido confundiendo hasta el grado de eludir contestar qué es una mujer, mientras que privilegia a los hombres que se autoperciban como mujeres. Pero esta locura, que parece iniciar su declive ante la manifiesta injusticia que ha supuesto en las competiciones deportivas donde impera la fuerza física, ni siquiera es uno de los efectos más graves de la infección progresista.

Ahí tenemos cuestiones tan fundamentales como el silencio dominante cómplice ante los abusos sexuales e incluso brutales violaciones a mujeres y niñas, cuando los autores son (in)migrantes, o cuando los acosadores y puteros pertenecen a un partido progresista, a la vez que se denuncian micromachismos tan terribles como ceder cortésmente el asiento a las mujeres o abrirles las puertas; o ridiculizar la feminidad y menospreciar a las mujeres que optan legítimamente por dedicarse al hogar y al cuidado y educación de sus hijos... Pero lo que verdaderamente supone un daño gravísimo para las mujeres y para la sociedad, es vendernos que un gran avance en derecho a su «salud sexual» sea matar a los hijos en el seno materno. Una muerte que, por cierto, siempre apoyaron (por lo mucho que les convenía) los machistas más auténticos, incluyendo acosadores y puteros.