Sr. Director:

Existe actualmente una tendencia al aislamiento personal, aun dentro de la familia: El relajamiento tensional, el descanso, la concentración, la comodidad y así hasta el abandono. Pero hay otra soledad que denunciaba el Papa Francisco en una entrevista en 2013: “El mal más grave que afecta al mundo en estos años es (…) la soledad de los ancianos. Los mayores necesitan atención y compañía”.

La familia humana adolece en bastantes ocasiones de posibilidades físicas de rodear de atenciones y de cariño a esos mayores, debido a veces al reducido número de sus componentes y a la dedicación profesional absorbente que hoy en día se requiere. Pero otras veces, lamentablemente, es la indiferencia, la ingratitud, el despecho y, en resumen, la falta de responsabilidad y compromiso. “Una de las pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar es la soledad (…). Con frecuencia, son provocadas por el rechazo del amor de Dios, por una tragedia original de cerrazón del hombre en sí mismo, pensando ser autosuficiente, o bien un mero hecho insignificante y pasajero, un extranjero en un universo que se ha formado por casualidad (Benedicto XVI). Es de agradecer a tantas personas anónimas que, por amor a Dios y al prójimo, se ofrecen para acercarse y acompañar, aunque sea por unos minutos al día o a la semana, a este otro mundo solitario para hacerles comprender que sí existen y que siguen siendo necesarios.