Sr. Director:
Ante la saturación de nuestros centros de acogida para menores extranjeros no acompañados, por el incesante número de ellos que nos envía Marruecos, lo ideal sería hallarles nuevas residencias donde se les formase para eludir el paro, destino mayoritario de una gran parte de los menores españoles.
Un buen plan de formación podría plantearse con el traslado de estos menores a Gibraltar, paraíso fiscal que extrañamente queda fuera del circuito de todos los migrantes, quedando así injustamente privados del conocimiento y práctica del inglés, elemento fundamental que abre puertas, fronteras y vallas. Y ya puestos, incluso podrían gozar del generoso espíritu de integración que, a diferencia de los españoles, han demostrado siempre los británicos a lo largo de su historia, al mezclarse con todo tipo de razas...
Así les evitaríamos padecer nuestro racismo ya que, según la Dirección General para la Igualdad de Trato, de todos los afrodescendientes que residen en España (y aunque un 47% haya nacido en nuestro suelo), sólo un 12% se califica como «afroespañol», mientras que un 60% asegura no sentirse español «como consecuencia de la discriminación».
Si la futura población de España depende de unas personas que -pese a nuestros esfuerzos por integrarles- no se sienten en su mayoría españoles, muy chungo lo tenemos.